Lo instagrameable moldea nuestras expectativas
En un mundo donde la imagen lo es todo, las redes sociales se han convertido en un altar virtual al que muchos nos sentimos obligados a rendir culto. Desde que despertamos hasta que nos vamos a la cama, estamos atrapados en un bucle interminable que va desde capturar momentos o aplicar filtros hasta compartirlos con nuestra audiencia virtual. Pero, ¿a qué costo?
Probablemente, más de lo que nos gustaría admitir, hemos interrumpido lo que estamos haciendo para compartirlo en las redes sociales. La cruda realidad es que no todo merece ni necesita ser compartido, pero la presión de lo "instagrameable" basado en demostrar, sobresalir y reflejar una imagen de éxito como la de los influencers, aunque sea falsa, es el verdadero problema.
¿Estamos realmente presentes en nuestras propias vidas o solo buscamos la aprobación de los demás con sus "me gusta"? ¿Nos sentimos cómodos con quienes somos o estamos constantemente interpretando un papel para una audiencia a la cual no le importamos tanto como creemos?
La cena se interrumpe para fotografiar el plato, la fiesta se vive a través de la pantalla del móvil... Pero, ¿dónde queda la verdadera experiencia? Lo increíble de la vida está en los momentos imperfectos y genuinos que no necesitan la aprobación de nadie más que nosotros. Comparte si quieres, pero al final del día solo te quedarás con lo vivido.
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