El riesgo de la desinformación
Cuando me pongo hoy a escribir, me sorprendo con infinidad de preguntas extrañas. Pensando en los más jóvenes de la casa, dudo si lo mejor sería pararme a pensármelo antes. Los siento inexplicablemente desplazados. Están bombardeados desde demasiados frentes. Por una parte, la inteligencia artificial (IA) está creando, tanto en ellos como en mí, una gran incertidumbre respecto a lo que es real o no lo es; por otra, entre otros poderes interesados y bien aliados, están los partidos políticos como fuente de desinformación muy próxima a todos nosotros. Me temo que todos terminen espoleando el escepticismo de nuestra juventud. ¿Tan solo se intenta convertirlos en consumidores de noticias? Triste y bien poco sería. No nos resultará fácil encontrar la solución, si es que la hay. Pienso que tanto el poder político como la tecnología deben estar al servicio de lo más humano. Aunque tal vez yo necesite deplorar menos esta decadencia de la información desinteresada, convencido de que nuestros jóvenes podrán trabajar con tanto realismo como sosiego por un futuro mejor. Pensar en ese su futuro más humano es lo que nos pueda diferenciar.
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