Lejos, muy lejos...
En sus redes sociales, el presidente Adrián Barbón plantea a menudo retóricamente por qué la gente ve cada vez más lejana la política. Lo hace, normalmente, para reprochar las incoherencias del PP. Me parece una excelente pregunta, pero él mismo también debería sentirse interpelado. Personalmente, voté por primera vez en las elecciones del año pasado y se me ocurren algunas respuestas.
Desgraciadamente, tenemos un problema estructural, que comienza por el bajísimo nivel de la política local y autonómica, absolutamente degradado pese a concentrar importantes competencias. Esto es algo generalizado, creo, en casi toda España, pero enlaza directamente con un mal que afecta a Asturias particularmente: la falta de relevo generacional en política. En ningún caso es discutible la legitimidad democrática de los candidatos que presumen de veteranos, pero, además de ser un signo de debilidad para el propio partido, conlleva también el perjuicio de "hacer tapón" frente a nuevas personalidades. Todos conocemos ejemplos de dinosaurios yonquis de la política, de todas las formaciones, que llevan casi cuarenta años acumulando cargos, comenzando como concejales, creciendo como diputados autonómicos, escalando hasta el Congreso, dormitando en el Senado y que, como un bumerán, terminan regresando a la política local, como seres imprescindibles que conciben el poder como fin y no como medio, autómatas carentes de proyecto. Hay cargos en el Gobierno o miembros del Parlamento que podrían recorrer fácilmente el palacio de Fruela con los ojos vendados.
Por último, ¿saben qué más degrada la política y la aleja del ciudadano? Ahí da en el clavo Adrián Barbón cuando señala la incoherencia, endémica en la oposición. Pero incoherencia es también, por ejemplo, que un partido que se dice progresista apueste en campaña por un eslogan de "experiencia y estabilidad", justo cuando se precisan relevo generacional y cambios. O, por ejemplo, que la FSA tenga como referente a nivel local a un cryptoalcalde. O, por ejemplo, terminar por reconocer que la gente quiere cambio, para a continuación enrocarse en la inercia y no tomar ninguna decisión, llegando al extremo de no crear una Consejería de Cultura hasta asegurarse de que la oposición no lo va a criticar.
Tal vez aleja a los asturianos de la política que un voto progresista se traduzca en inercia conservadora. O tal vez somos conservadores y no lo sabíamos.
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