Los ambiciosos y ejemplares objetivos de una derecha inmarcesibe
No lo digo solo yo, que, como otros muchos, en el melancólico y escéptico atardecer de la vida, no podemos quitarnos de la cabeza la ilusión -probable espejismo, no digo que no- de que España vivió durante la llamada Transición su más reciente oportunidad de recuperarse definitivamente de degeneraciones, catástrofes multiseculares, dolencias y convalecencias recientes. Y es que es opinión bastante compartida -penosamente compartida- que nos hemos ido dotando durante estas últimas décadas de una clase política bastante más mediocre, incompetente y carente de ideales, valores, capacidades, habilidades y generosidad que la que nos cedió testigo y responsabilidades a mediados de los setenta. ¿Nos hemos descuidado -dolosa, culposa o erradamente- o es que no dábamos para más como terreno de cultivo? ¿Cosa agnóstica de nuestro genoma languideciente o se tratará de un castigo divino en toda regla?
Cierto es también (ya saben, mal de muchos...) que nuestros alrededores ni ayudan demasiado, ni sirven siquiera de ejemplo, y que, con tanto borrón, reseteo y agenda nueva, la mayor parte de los referentes internacionales -Europa secuestrada, la "prime"- se han desfigurado, trastocado, caído o mutado en el batiburrillo globalizante y distópico que nos toca vivir en un sigo XXI que mal empezó y mal sigue (particularmente en países como el nuestro, con buena parte de sus instituciones desprestigiadas y con su entidad, unidad y soberanía en crisis). Actualmente cualquier aberración conceptual, comportamental, legal, ética y estética que imaginarse pueda bajo el efecto del licor o de las drogas -cualquier contradiós metafórico o blasfemo- parece poder convertirse de la noche a la medianoche en dogma y mandato contra natura para una nueva y prolífica especie de cerriles inquisiciones ateas. Las brújulas convencionales cada vez sirven de menos cuando los polos van a su bola, e izquierdas y derechas no son ya más que trasnochados estereotipos topológicos y/o topográficos. Y, claro, cuando los sistemas -cuando el Sistema- degeneran de fuera a dentro, de arriba abajo, de izquierda a derecha, es probable que solo de una nueva especie de heroicos antisistemas quepa esperar la liberación de la especie. Por eso las emergentes (y civilizadas) formas antisistémicas que están surgiendo, contra vientos y mareas, por el mundo mundial encienden todas las alarmas -del morado al azul, pasando por el rojo y el naranja- y suscitan recelos viscerales y odios malayos del Sistema a través de lo que va quedando del espectro político convencional.
Solo eso explica la aparente aberración de que personalidades relevantes de un partido sedicente de derecha proclamen que su objetivo no solo es pactar casi de cualquier modo y manera con lo que surja por doquier, sino que desaparezca el partido que precisamente surgió de su propio seno, hastiado de su inanidad ideológica y abdicación programática, el que les marca día a día los objetivos que primero denigran y luego plagian castrados, y el que les alumbra algo el camino allá donde marchan juntos. Su Pepito Grillo, su mosca collonera.
Al parecer todo está escrito, lo que no en los libros sagrados, en los cuentos infantiles: Pinocho coquetea y babea con zorra y gato y aspira a poder aplastar al grillo. Como también está escrito el final de la historia.
Julio L. Bueno de las Heras
Oviedo
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