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La rebelión de los fumadores

11 de Enero del 2011 - Isabel Fernández Bernaldo de Quirós (Madrid)

La rebelión de los fumadores, así he titulado esta carta porque así lo percibo en el ambiente y en lo que los medios de comunicación me transmiten.

Es posible que con grandes dosis de educación y respeto nunca se hubiera llegado a los extremos a los que ahora los fumadores se ven abocados, pero les recuerdo que hasta hace poco tiempo la mayoría silenciosa de los que no fumamos teníamos que aspirar, obligatoriamente, el humo de sus cigarrillos y sufrir sus desagradables consecuencias. Por eso me sentí feliz –y mis pulmones también– el día que se hizo efectiva la primera ley que prohibía fumar en muchos lugares públicos cerrados.

Dicho esto, creo que algunas de las modificaciones que figuran en la nueva ley que entró en vigor el día 2 de enero abordan ciertos aspectos que rayan en lo esperpéntico.

Me parece insólita la medida que impide fumar a determinados metros de las zonas perimetrales de centros hospitalarios, lugares de juegos infantiles y centros educativos. Como, incomprensible, el hecho de permitir el consumo de tabaco en cárceles, psiquiátricos, hoteles y clubes de fumadores si reservan un máximo de un 30% de sus habitaciones para ello. Cada cual que saque sus conclusiones, yo ya tengo las mías.

Por otro lado, estoy en total desacuerdo con el hecho de que el Gobierno fomente la denuncia anónima, ya que puede incitar a la falsa acusación en un país donde precisamente la picaresca, las rencillas y la envida forman parte de la vida cotidiana.

Asimismo, disiento de los que se escudan tras esta ley para dar rienda suelta a su violencia contenida y aprovechan para arremeter contra gentes de buena fe, y con los que hacen gala de su chulería para saltarse las normas establecidas con la manida frase de yo hago lo que me sale de... o la rescatada de tiempos pasados prohibido prohibir. Como tampoco comparto la desatinada opinión de aquellos fumadores que dicen estar ahora sometidos a la tiranía de los no fumadores.

Insumisión, sectarismo, radicalismo, coacción de las libertades son algunas de las palabras que más suenan dedicadas a esta ley. ¡Toda una locura!

Y es que nuestro gobierno no desaprovecha ni una sola ocasión para medir los tiempos que su presidente marca y lanzar a su conveniencia noticias volátiles, decretos y leyes que utilizan como globos sonda y fuegos de artificio. El fin último y primario que persiguen es producir mucha expectación, comentarios contradictorios y, sobre todo, distracción, mucha distracción. Pero mientras tanto, nuestro país sigue en un estado comatoso, sufriendo una espantosa situación laboral y financiera, un empobrecimiento de la población preocupante, un estado de alarma que parece no tener fin, unas deudas por parte de las autonomías y de los ayuntamientos cuyas cifras marean y unos politiquillos que cada día están prestos a regalarnos nuevos y variados escándalos. Todo ello, y más, bien merecería que la indignación, las protestas y la rebeldía de los ciudadanos se canalizaran hacia estos asuntos y sus responsables.

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