Los recuerdos pueden estar equivocados
Para comenzar, casi se podría decir que con frecuencia tenemos “a más memoria, menos historia, y a más historia, menos memoria”. Y voy a tratar de explicarlo, comenzando por un ejemplo real de una consulta que recibí hace pocos años y de la que escribí una nota, precisamente para no caer en la distorsión de la que habla este artículo.
Se trataba de una señora de casi noventa años, con notable autonomía para su vida diaria, que venía acompañada por dos hijos. El motivo de la consulta era pedir la prescripción psiquiátrica para acudir, a cargo de su aseguradora, a una terapia con una psicóloga. La paciente se manifestó espontáneamente habladora, orientada en espacio y en tiempo, lúcida, coherente, crítica, bien presentada y elegante, daba la impresión de controlar bien las situaciones y que podría ser autónoma en casi todo. Comenzó a hablarme de ella, de lo que para sí tuvo interés en su vida y la primera cosa que me dijo es que cuando tenía unos 60 años se acordó como a sus dos años de edad –sí, “dos años– un amigo de su padre “le había hecho ‘tocamientos’ en el cuello”, refiriéndolo como un comportamiento de abuso sexual.
Sumario: Breve análisis de la "memoria histórica" a partir de la "catatimia", un concepto utilizado en psiquiatría
Destacado: Los estados de ánimo, emociones, deseos, anhelos u otras funciones inteligentes también tienen algo que aportar a la función memorística
Naturalmente la interpretación que hice de ese recuerdo es que se trataba de una distorsión, porque se estima que por muy buena memoria que un niño tenga, esta no llega hasta como mínimo del tercer o cuarto año de vida. Y admitir por mi parte que ella pudiera interpretarlo ya entonces como un abuso sexual es imposible. Entendí que había entrado en esa dinámica tan de moda ahora que trata en las conversaciones sobre los abusos con niños.
En psiquiatría utilizamos un concepto denominado “catatimia”, que es un mecanismo psicológico personal de emociones que equivoca al sujeto en su sistema de recuerdos. Ya que el cerebro está completamente interconectado en todas sus operaciones y aunque para diversas funciones intervienen preferentemente unas áreas concretas, no dejan de operar también secundariamente otras. La memoria tiene su lugar principal en las áreas denominadas hipocampo, amígdala, diencéfalo y córtex, pero también hay otras que llegan a esos espacios neuronales de los recuerdos. De modo que los estados de ánimo, emociones, deseos, anhelos u otras funciones inteligentes también tienen algo que aportar a la función memorística. Por eso, en ocasiones no recordamos lo que realmente fue u ocurrió, sino esa vivencia distorsionada por la suma de datos estrictamente memorísticos y los que añaden los sentimientos, deseos y emociones del momento que valoramos tras haber pasado más o menos tiempo sobre los hechos objetivos.
De modo que no está de más considerar que a la tan traída y llevada “memoria histórica” puede tener y tiene también sus más y sus menos, como por otra parte ocurre tantas veces, con tantas cosas.
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