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Humanizar la asistencia sanitaria

20 de Mayo del 2024 - José Antonio Flórez Lozano

“Las palabras que brindan consuelo son la mejor medicina”

Sumario: La dignidad del enfermo como principio frente al creciente trato inhumano

Destacado: La humanización en salud significa mucho más que ser cordial, amable y agradable. Implica minimizar la tendencia de tratar al enfermo como un objeto, una simple enfermedad o unos síntomas específicos

Los profesionales sanitarios participan de los valores imperantes en la sociedad actual globalizada en la que el hombre, en general, sufre un profundo desencanto por la reducción y/o desaparición de los principios éticos y morales, así como el desvanecimiento de los valores (vocación, honestidad, respeto, esfuerzo, confidencialidad, responsabilidad, compromiso, espiritualidad, sacrificio, trabajo, ilusión, amistad, sensibilidad, generosidad, capacidad de ayudar, etc.) y, naturalmente, esto influye en la profesión sanitaria, ya que bajo la tiranía del nihilismo, ya no queda un espacio “reflexivo” en nuestra mente para la virtud y la moral, es decir, para la humanización. Como expresara el Dr. Gregorio Marañón: “… trabajamos con instrumentos imperfectos y con medios de utilidad insegura, pero con la conciencia cierta de que, hasta donde no puede llegar el saber, llega siempre el amor”. En la clínica actual, la comunicación y, en especial, el lenguaje del gesto están siendo reemplazados por el de las máquinas; vivimos en una orgía digital, donde el pensamiento se digitaliza, tal vez el “homo sapiens haya sido sustituido por el homo digitalis”. Las nuevas tecnologías y las redes sociales nos distancian aún más de los otros y las necesidades psicosociales tan importantes para la salud y la estabilidad emocional se difuminan lentamente. El trato inhumano se acrecienta cada vez más. ¿Cómo va a atender de forma cálida el médico a los pacientes si sufren “burnout” laboral y están desmotivados? ¿Cómo van a hacer bien su praxis clínica si en la propia organización sanitaria no existe una estrategia de formación y prevención? El desgaste que supone enfrentarnos a una situación de estrés acumulativo (sobrecarga de trabajo, preocupaciones y obsesiones que implican miedo, angustia y sufrimiento) termina en deshumanización. En el Eclesiastés (4:10), encontramos una frase reveladora: “pobre del que está solo y se cae y no tiene quien le ayude a levantarse”. En fin, amabilidad, afectividad, sensibilidad, paciencia, amistad y empatía son poderosos medicamentos para combatir la deshumanización. Sin estos fármacos nos asfixiamos. Para un médico con ese perfil humano, “vivir significa querer y ser querido”. Recordemos lo que manifestó el médico y premio Nobel de la Paz (1952) Albert Schweitzer, “soy un ser vivo y deseo vivir, en medio de seres vivos que quieren vivir”. Vivimos tiempos claroscuros; tal vez no tan oscuros como los descritos por Hannah Arendt, en su libro “Hombres en tiempos de oscuridad”. Y en ausencia de unos claros referentes éticos, el médico se puede conducir al vértigo del dominio y la manipulación más deshumanizante. Pero la humanización tiene que ver con la dignidad del enfermo. Y, especialmente, con la palabra dulce, amable, tierna, cariñosa, que ayuda a rebajar la tensión emocional y el estrés del enfermo. La palabra como origen de todo lo divino y lo humano es vehículo de comunicación, entendimiento y acuerdo e, incluso, de diálogo con los dioses. Se trata de un arma más poderosa que la espada, como decían los clásicos del arte galénico. Y en este escenario, la palabra se convierte en el antídoto principal; en un bálsamo reparador que tiene excelentes resultados y ningún efecto secundario; la palabra acaricia nuestra alma, equilibra nuestro sistema nervioso central y refuerza nuestro sistema inmune. Pero muchos pacientes se preguntan: ¿Dónde está la humanidad? ¿Dónde el consuelo? Una paciente afirmaba: “he pasado por una situación tan cruel e inhumana en los peores momentos de mi vida que no tengo palabras”. Por todos lados se fragmenta ese principio ético tan necesario en la praxis clínica de excelencia: “somos garantes de la dignidad humana”. La dignidad humana se basa en este axioma clásico “Homo homini sacra res” (“El hombre es cosa sagrada para el hombre”), Lucio Anneo Séneca (4 a. C.-65 d. C.), “Carta a Lucilio”. Nos hemos convertido en robots y ello implica duras consecuencias psicológicas, neurológicas y emocionales. Nuevos médicos, succionados por la tecnología digital, “tecno personas”, próximos a la ciencia ficción. Esto es la deshumanización de la medicina. Sin embargo, la humanización, por encima de todo, es “Amor”. Es ese amor invencible que todo lo puede: “Omnia vincit Amor”, decía Virgilio. El amor “alumbra” la cara y el espíritu del paciente; es la calefacción del corazón y es el medicamento ideal en la protección del paciente. El amor es la luz de la esperanza; es tratar, dar siempre, sin medida; es proveer compañía, regalar tiempo, comunicación, escucha, dedicación, paciencia y cariño. A este respecto, Sófocles (495-406 a. C.) manifestó: “una sola palabra nos libera de todo el peso y el dolor de la vida y esa palabra es amor”. La humanización en salud significa mucho más que ser cordial, amable y agradable. Implica minimizar la tendencia de tratar al enfermo como un objeto, una simple enfermedad o unos síntomas específicos. En esencia, humanizar la sanidad significa personalizar la atención al paciente. La humanización es disponibilidad, trabajo en equipo, formación continuada, actitud serena, comunicación, amor y compasión; términos que definen nuestras mejores armas contra esta pandemia de deshumanización. Tenemos hambre de afecto, de comunicación y de cariño; por eso, surge la angustia sin límites. Como dice José Saramago en su relato metafísico “El cuento de la isla desconocida”, cada vez somos menos un nombre y más un número. El subestimar al paciente, muchas veces, supone ignorarle; el médico se centra más en la “enfermedad” que en la persona. Contemplar, atender, cuidar y comprender al ser humano como una auténtica obra de arte puede provocar esa fuente de satisfacción interna. Tomar la mano produce alivio y es una forma de expresar apoyo, cercanía, compañía e intimidad. Atajar los repuntes continuos de deshumanización es vital para el médico y el paciente y exige compromiso y sensatez individual. Es necesario un mayor grado de concienciación. También, ¡exigimos ayuda, formación, concienciación y comprensión! Humanizar es empatizar. La empatía es una forma de estar en contacto con lo que otro experimenta, con lo que el paciente tiene, piensa y sufre. La humanización cristaliza en un trato humano; una conducta que implica regalar tiempo, aceptar el paciente, valorar sus sentimientos, darle amor y ternura y ayudar generosamente a enfermos y familiares. Aquel dicho de que “nunca como hoy la medicina ha estado tan cercana a la enfermedad y tan alejada del enfermo” es una realidad que puede dejar de serlo mediante la potenciación de la comunicación. Y este poderoso combustible de superación es la comunicación; el latido que se sincroniza en sístole y diástole con el del paciente al que tenemos el privilegio vital de acompañar, cuidar, amar y curar. Ofrecer al paciente un trato humanitario y de alta calidad es un compromiso ético de la profesión sanitaria. Urge recuperar lo más genuino del ser humano si queremos seguir siendo personas y huir de espacios lúgubres que ha creado la deshumanización.

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