¿Piropo o acoso?
En una sociedad donde se defiende a capa y espada el respeto y la empatía, es alarmante que el acoso callejero, esa forma violenta de invadir la libertad y seguridad personal en nuestras calles, plazas y espacios públicos, siga siendo una lucha diaria para más del 80% de las mujeres, jóvenes y niñas.
Es decepcionante escuchar argumentos que culpabilizan a las víctimas, como "se lo han buscado por su forma de vestir" o "si salen de fiesta por la noche, ¿qué esperan?". Estos comentarios no solo son inaceptables, sino también el reflejo de una mentalidad obsoleta que responsabiliza a la víctima en lugar de la persona agresora. ¿Desde cuándo confundimos halagos con acoso? Parece que las mujeres no pueden usar faldas o maquillaje, o incluso salir de fiesta, porque estarán buscando el acoso. Bastante irónico, ¿no?
Nuestra generación no es reacia a los halagos, pero hay maneras de hacerlos sin ofender. Tampoco somos de "cristal" por alzar la voz contra lo que se ha silenciado durante demasiado tiempo. Sí, las generaciones anteriores normalizaron comportamientos inapropiados que intimidaban a las mujeres, pero nosotros estamos decididos a cambiar ese guion.
Luchemos por una cultura más equitativa y reconozcamos que la verdadera empatía se mide por la seguridad y el respeto que se les garantiza a todos y todas, independientemente del género.
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