Prórroga vital

4 de Mayo del 2024 - José Andrés Tuya Medio (Avilés)

El último sábado del mes de febrero de 2024 sufro un infarto cardiaco. Estaba en compañía de mi esposa y cerca de la autopista. Ella me ayuda a entrar en el coche y a toda velocidad me lleva al Hospital Universitario San Agustín de Avilés. Me ingresan en la UCI. Ahí permanezco hasta el lunes, en que soy trasladado en ambulancia hasta el HUCA, donde quedo atendido por el servicio de Cardiología. En el HUCA me aplican, en un primer momento, la técnica del cateterismo y fracasa. Posteriormente, reunido el equipo de Cardiología me propone dos opciones: o no hacer cirugía alguna, cuyo resultado sería la muerte, o hacer una cirugía, de alto riesgo, a corazón abierto. Opto por la cirugía. Me pongo en manos del cirujano Dr. Vaquero, que fue el encargado de prepararme a mí y a mi esposa psicológicamente para todo el proceso de la intervención.

La noche anterior a la intervención quirúrgica, el cirujano Dr. Vaquero nos hace una visita de treinta minutos que aprovecha para darnos explicaciones y atender a los miedos e incertidumbres que inundaban nuestras mentes y nuestros corazones. Su actitud es de tranquilidad y seguridad. Está dialogando con nosotros sin prisa. El efecto que produce en mí es de tranquilidad ante los riesgos de la operación. Al día siguiente, y a la hora programada para la operación, soy llevado en camilla por dos celadores hasta las puertas del quirófano, donde me está esperando el cirujano en persona. Se dirige hacia mí y me habla en términos positivos; también me presenta a sus colaboradores. Me produce seguridad y tranquilidad. Me da tiempo para despedirme de mi esposa y de mis hijos. Entro tranquilo a la sala del quirófano. Dentro me presenta también al anestesista, que me susurra que voy a sentir un pinchazo suave. A partir de este momento ya no recuerdo nada.

Una vez operado y ya en la sala de reanimación, despertando de los efectos de la anestesia general, la primera cara que veo es la del cirujano, que con su aplomo y seguridad personal me dice que todo ha salido bien y que voy a estar bien cuidado. Esta actitud y estas palabras me emocionan y producen en mi seguridad y agradecimiento.

Me siento afortunado. Durante mi estancia hospitalaria, tanto en el HUSA como en el HUCA, me he sentido muy bien atendido por parte de todo el personal sanitario. Empatía, delicadeza, profesionalidad. Cualquier necesidad o demanda rápidamente era atendida y satisfecha. Bastaba con avisar a través del timbre para que casi de inmediato se presentara en la habitación la persona adecuada.

Agradezco a Dios el regalo de prolongar mi vida en este mundo, a través de la ciencia y de la tecnología médica de calidad, en modo de prórroga.

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