No más cuentos, cuentes queremos ver
Con motivo de la repentina retirada de sus quehaceres gubernamentales por un corto periodo de cinco días por parte del señor presidente del Gobierno y viendo las explicaciones que dio al regreso de su voluntario retiro, a uno, que a veces también siente necesidad de reflexionar, le apetece decirle algo al respecto, y siempre sin ánimo de ofenderle ni faltarle en nada.
Sr. presidente, usted se ausentó durante cinco días y volvió cuando le apeteció hacerlo, sin que, al menos yo, notara cambio alguno en la manera de gobernar nuestro país, ni vi mejora alguna en cuantas cosas considero que van mal, no solo desde que usted gobierna, sino desde mucho antes; por tanto, no sé a qué viene esa especie de orgullo y engreimiento que yo le noto; posiblemente sea una errónea manera de ver la situación por mi parte, pero nada ha cambiado a mejor que pudiera hacernos pensar que nos gobierna un auténtico socialdemócrata cuyo lema sea el "vive y deja vivir". Los viejos necesitamos acudir con más frecuencia que ganas a la Seguridad Social y nos encontramos con las mismas calamitosas listas de espera de siempre desde hace años; algunos de nuestros compañeros de edad y de dolencias necesitan plaza en una residencia pública y se mueren de asco a la espera de ser admitidos; presumen ustedes de subirnos las pensiones y la inflación nos deja aún peor que estábamos; hacemos la declaración de la renta y vemos que año tras año ni se deflacta la escala de gravamen ni se ponen al día las reducciones y deducciones que la ley del IRPF nos permite aplicar, lo que lleva a que nuestro poder adquisitivo se nos vaya al sumidero por doble vía; cada día vemos en los medios de comunicación que los casos de robos, atracos y vandalismo van en aumento; nuestro domicilio está cada día más expuesto a que un chulo robaperas nos lo ocupe sin tener el derecho a que la Policía lo desaloje de inmediato; nuestro territorio nacional cada día se ve asaltado por gentes extranjeras que, sin permiso de ningún tipo, llegan a nuestras costas y, según parece, aquí se nos quedan en mayor número que nunca antes sin saber si son personas de fiar o auténticos quinquis, que todo es posible cuando las cosas se hacen desordenadamente, y, entre tanto, nuestros jóvenes emigran en busca de un medio de vida que aquí no encuentran, y así más o menos nos pasa con todo.
Por todo lo expuesto, díganos usted de qué hay que sacar pecho ni estar orgullosos, porque algunos torpes como yo no lo vemos por ninguna parte. Por favor, no me tome usted como un miembro más de lo que usted denomina la "fachoesfera", no creo serlo, pero todo lo veo con más nubarrones que claros de los que usted nos anuncia. ¡Lo siento!
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