La vie en rose
Mientras que a los líderes de este mundo les importan menos las vidas humanas que su propia gloria, la gente de a pie sigue confiando en el sistema, y hasta lo apoya sin un castigo por la mentira, por la apropiación indebida, por el desprecio a la vida ya sea en guerras o en abortos por votos. ¿Quién se acuerda ya de aquellas magnas conferencias de paz? ¿Quién se detiene a pensar que los acuerdos para dejar de contaminar la Tierra nunca superarán los intereses del dinero que lo gobierna todo? ¿Quién en su fuero interno colabora para el bien común, sin más premio que el de una conciencia capaz de fortalecer el alma? Aunque eso es mucho premio. Que ¿cómo?, pues dejando la droga del tabaco, que mata sobre todo al no fumador, dejando nacer al bebé indeseado y entregarlo en adopción, o perdiendo algo de dinero para comprar tiempo con el que educar y ayudar a los hijos, o respetando el descanso del vecino sin ruidos innecesarios y abusivos, o no alterando el tráfico con una prisa injustificada que pone en peligro a niños y mayores, etc., etc.
Hasta cumplir con el deber cívico de dejar el asiento a los mayores, nos deja en paz con nosotros mismos. Todos podemos hacer algo si dejamos que nos mueva un mundo interior más humano: "Alegraos con los que se alegran, llorad con los que lloran. Estar dispuestos para con otros del mismo modo como lo estáis para con vosotros mismos" (Romanos 12:15,16). ¿Cuándo fue la última vez que nos sacrificamos por otros, quizá por alguien desconocido? Seguramente el rememorar el hecho nos hace sentirnos bien, ¿qué precio tiene eso? Hay quien se sorprende cuando después de pagar le damos las gracias, cuánto más si al volver de Santander o de Granada le traemos un recuerdo turístico a la farmacéutica que te atiende como si fuera la médico, a Belén o Mari Carmen que te guardan el periódico hasta el último momento, al joven vecino que te ayuda cuando se te atasca el ordenador. Un mundo más humano... pues eso, "la vie en rose".
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