Madrid-Las Vegas
Ya en la carta de título "Estraperlo" que este periódico me publicó el pasado 4 de abril denunciaba el peligro de colusión entre los empresarios de casinos y los políticos. De nuevo he de narrar ese peligro.
Esta historia comienza con la visita a España en el año 2012 de Sheldon Adelson, un propietario de casinos en la ciudad estadounidense de Las Vegas, y que intentó la creación de otro en Macao, pero China le dijo que no.
Adelson toma contacto con Esperanza Aguirre, que se ilusionó con la idea de la edificación de, además del Casino, de 10 hoteles, 1 Centro de Convenciones y Negocios, teatros, y zonas deportivas.
Está dispuesta a aceptar todas las exigencias de Adelson aunque su aceptación vulnere las vigentes legislaciones de Trabajo y de Tributación. Pero todo ello merecería la pena porque, decía, aseguraría la creación de 200.000 empleos fijos. Y estaba dispuesta a las modificaciones que hiciesen falta para que el proyecto saliera adelante, incluso a la anulación del Plan General de Ordenación Urbana, y a la recalificación de 6 millones de m2.
En este punto recurro a la moraleja de la fábula de Samaniego, para dejar de manifiesto el vicio que domina a Aguirre.
Al final el fracaso del proyecto de Adelson fue consecuencia de sus exigencias económicas y legales: él aportaba el 33% del importe total y el resto lo debían aportar bancos españoles que hicieron ¡fuch! como los gatos. En cuanto a las legales aceptar sus exigencias hubiera supuesto la creación de una isla de non droit, sin leyes, en el centro de España, en la que no regirían nuestras leyes, y estaría libre de impuestos. Es lógico que los jueces la impugnasen.
¡Si hasta el obispo de Getafe protestó porque la construcción de Madrid-Las Vegas supondría un aumento de la prostitución!
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