Severino Álvarez Zaragoza nos ha dejado
Entre sus múltiples ocupaciones, encontraba tiempo para muchas actividades de carácter eclesial, social y religioso.
La Hermandad de Antiguos Alumnos y Amigos del Seminario de Valdediós constituía una de sus inquietudes. Un amigo de muchos años acapara hoy mi despedida cordial. La despedida más efusiva quiere llegar, llena de cariño, a sus familiares, con quienes estoy de corazón en ese pésame que no puede faltar en estos momentos de separación y partida hacia la Casa del Padre, culminando el trayecto de la vida de un cristiano que supo vivir en correspondencia a las exigencias asumidas, en su nombre, por sus padres y padrinos en el momento de su bautismo.
Sumario: In memoriam agradecido
La convivencia, en comunidad de inquietudes, compartiendo estudios de Latín y Humanidades en una vida seminarística de la más intensa exigencia, que deja siempre hondas raíces de amistad, fue para quien esto escribe el principio de un sincero afecto entre Severino y un servidor.
En efecto, había iniciado Severino la condición de seminarista el año 1950 en el Seminario Menor de Valdediós, de donde pasó al curso siguiente al entrañable en Covadonga, que tan gratos recuerdos dejó para todos los antiguos seminaristas, partícipes de las vivencias de aquella vida en comunidad de la que hacemos reviviscencia siempre con gratísimo recuerdo. Era Severino, al llegar yo al Seminario de Covadonga, del grupo de los “veteranos”, mientras a mí me era dada la condición de los “pipiolos”, lo que no fue obstáculo para que surgieran amistades. Y ello se prolongó cuando nos volvimos a encontrar en el Seminario Metropolitano de Oviedo, y, después, en una amistad que duró hasta hoy, cuando la condición de amigo se cierre y quede sellada en esperanzas del encuentro definitivo en la gloria del Padre Dios de las misericordias y de todo consuelo. Dejó, a seguido, Severino el Seminario y siguió otros derroteros de vida, que no fueron obstáculo para que continuara nuestra amistad hasta el día de hoy.
Como cristianos, no queremos dejar pasar estos momentos sin que sea para él el “memento” más encendido de mi celebración eucarística. Descanse en Paz el amigo querido y ábranse para él las puertas de la vida eterna.
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