Carta a la profesora María del Mar Díaz González
El pasado 11 de mayo emitieron un gran reportaje en la televisión autonómica dedicado a la Universidad Laboral de Gijón. La destinataria de mi carta, profesora de Historia del Arte en la Universidad de Oviedo, emitía una serie de opiniones, a mi entender, absolutamente gratuitas, sobre la educación que recibimos los alumnos de la Universidad Laboral, impartida y comandada por la Compañía de Jesús, en los tiempos de la dictadura de Franco.
En los subtítulos aparecía como profesora de Arte, ignoro si también es psicóloga, socióloga o antropóloga. Digo esto por sus valoraciones textuales: "Los alumnos estaban todo el día recibiendo mensajes propagandísticos del tipo: esto es lo mejor, no pagáis nada, os damos hasta el pijama. Eran profundamente disciplinados. A los niños de 10 años que no aprobaban o no eran disciplinados se les expulsaba. Mantenían ese trauma toda su vida".
Desconozco de qué fuentes ha bebido para lanzar estas proclamas al aire. Puedo respetar sus lecciones de arte, pero no tiene ni idea de las vivencias en ese centro y en aquella época. De mi familia, y disculpe el personalismo, fuimos alumnos cinco personas y a ninguna de ellas le oí hablar de esos pretenciosos mensajes de propaganda, se supone que franquista, ni tampoco a la mayor parte de los compañeros que estudiamos en aquel tiempo.
Nadie nos echó nunca en cara la gratuidad del material escolar y la vestimenta, éramos alumnos becados por completo. Una gran mayoría procedíamos de familias trabajadoras muy humildes, donde, quizás, no había para comprar pijamas, y dormíamos en calzones en nuestras casas.
En cuanto a la disciplina, lo asumo, pero no en ese grado extremo al que se refiere. A lo mejor usted nos indica cómo se gobierna un internado con más de mil doscientos muchachos sin disciplina.
Respecto del trauma de por vida, le diré que me parece exagerado a más no poder. Adivino que pertenece al claustro de los que no suspenden a nadie, eso que llaman buenismo. La beca exigía hacer un esfuerzo en estudio para mantenerla; si no, había que dejar la plaza a otro, había muchos aspirantes.
Nadie con 10 años, como dice, estudió en la Universidad Laboral en aquellos tiempos: los más jóvenes contaban 12 años. En cualquier centro, sobremanera en un internado, si un estudiante no se comporta adecuadamente, se le expulsa, es lo más lógico. Pero no se hace de un día para otro, se le educa, se le reeduca, se le advierte, se le vuelve a advertir, se habla con sus padres, y la última medida, si no hay más remedio, era la expulsión. También será de las que no expulsan a nadie por nada. "Menudo trauma".
Un ruego, señora, para finalizar: hable de arte, que se supone que es de lo que sabe, pero no intente "colocarnos" esos falsos mensajes que comenta en el reportaje. Gracias.
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