Por favor, no te vayas, estoy aquí para ayudarte
El pasado mayo, mirando las noticias, leí el siguiente titular: «Muere un joven de 16 años tras precipitarse desde la ventana de un quinto piso en Gijón». La tristeza me embarga y la indignación contenida la acompaña. Pienso: puede que haya sido un fatal accidente, mas también, puede que haya sido un suicidio.
Si por un casual este joven se hubiese quitado la vida «voluntariamente», ¿cómo se puede mensurar su supuesta libertad o espontaneidad para abandonar por siempre este mundo?
En esta sociedad, mal llamada del bienestar, mal llamada del Primer Mundo, cada vez tenemos más personas, sobremanera jóvenes, con problemas de salud metal: ansiedad, depresión, insomnio o trastorno bipolar, por lo que en ellas hay un mayor riesgo de tener pensamientos suicidas, sin olvidar otros aspectos.
No hay lugar para las dudas, algo estamos haciendo incorrectamente. Algunas víctimas son criaturas que crecen en familias desestructuradas, donde los malos tratos están a la orden del día, por lo que desconocen qué es el amor y el respeto; otras tantas nacen rodeadas de abundancia, pero, realmente, nada tienen... contradictorio, ¿verdad? Son años de ir sin rumbo, de forzada travesía por los desiertos de la vida, sin hallar en su corto camino un oído amigo (bien formado) que les escuche, ni tampoco un buen corazón que les oriente y acompañe, cuan brújula, por el recto camino.
Me horrorizan y me causan repulsión los orcos de los que hablaba Tolkien, seres monstruosos que también proliferan en nuestra sociedad, que se ensañan con los que no entran en su lucha cruenta, en su perverso juego; siendo sus víctimas predilectas los débiles, los indefensos, los limpios de corazón…
Si queremos un mundo mejor, hemos de trabajar, con valentía y coraje, desde las familias, desde los centros educativos, desde los lugares de trabajo, desde la sanidad pública, desde los servicios de seguridad, desde los medios de comunicación, desde las administraciones… para salvar vidas y desterrar de nuestra sociedad esta lacra que nos asola, el suicidio.
Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.
Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:
Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo