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Deterioro progresivo de la convivencia

16 de Mayo del 2024 - Rufo Costales (Oviedo)

Probablemente le encante la forma en que los sucesivos presidentes de España se vienen arriba en sus discursos sobre el estado de la nación, afirmando con seriedad que es óptimo y su economía fuerte.

Cualquiera que haya observado el rápido y casi hiperbólico aumento de la deuda y el endeudamiento de España en los últimos 15 años sabe que nuestro país está en serios problemas.

Siendo esto una obviedad, más preocupante me resulta el imparable deterioro del día a día de la vida ciudadana, fomentado y estimulado por las televisiones con esos falsos anuncios genéricos de “nos importa”, realizados por hábiles departamentos de marketing de las élites corporativas, que intentan que los asociemos con la felicidad, el cuidado, la generosidad, la igualdad o cualquier otra cosa o valor que elijan de una lista programada. Nada más lejos de la realidad.

Estamos en una pendiente resbaladiza y llegará un momento en que para proteger las vidas de españoles inocentes que nunca hemos hecho nada malo, que hemos trabajado duro para salir adelante, respetado las leyes y pagado nuestras deudas, debamos rebelarnos contra los que amenazan nuestras vidas y las de nuestras familias, sin importar las consecuencias.

¿Deberíamos guardar nuestros euros, oro y plata bajo el colchón para que nadie pueda ver lo que tenemos, y luego una Magnum 45 en la mochila para estar a salvo?

En las manos de nuestros gobernantes está impedir que esto llegue a suceder promoviendo leyes justas y su cumplimiento incondicional para propios y ajenos, pero parece que la realidad de cada día está más en la inmigración oculta e indiscriminada, la proliferación de los asaltos, los tiroteos, las violaciones o las okupaciones de viviendas.

Los ciudadanos estamos patidifusos en la creencia de que nuestros gobernantes tienen el apoyo masivo de la ciudadanía para poner remedio “de inmediato” a estos despropósitos y, sin embargo, ellos no están por la labor. ¿Por qué? ¿Hasta dónde van a permitir este desafío de los violentos e indeseables?

¿Está nuestro Gobierno en la jugada diabólica de permitir que el desmadre llegue al extremo para que sea la gente quien salga a la calle a pedir leyes más restrictivas y sea el propio Gobierno el que “se vea obligado” a tomar medidas por “petición popular”, que a la postre representen un control absoluto de todos los ciudadanos? ¿Es eso lo que pretenden?

En este supuesto indeseable, ¿optaríamos por la guerra o por la revolución?

La guerra es cuando el Gobierno te dice quién es el enemigo del día. La revolución es cuando descubres por ti mismo quién es el verdadero enemigo.

Todos nacemos libres, con derechos humanos inherentes, reales, naturales, inalienables, otorgados por Dios (elija la palabra que desee), independientemente de nuestra procedencia, pero también con deberes y obligaciones que debemos asumir para convivir civilizadamente, los que vienen con los que ya hemos venido antes.

Saludos cordiales.

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