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Cornellana, mil años de oración y servicio a Dios

19 de Mayo del 2024 - Agustín Hevia Ballina

La Historia, en el monasterio, avanza lenta, pero implacable. Mil años, sí, los consume veloz el tiempo, mas lo que parece como una temporalidad sin principio ni fin, se lo engulle la Historia inexorable. En la presencia del Señor, mil años son como el día de ayer, que ya pasó. El servidor de la vida monástica no deja nunca de lado la consideración de que sirve al Altísimo, con generosidad y espíritu de donación, siendo el servidor bueno y fiel el que mejor se entrega al Padre como donado monástico, en tarea inacabable de la santidad, mediante la entrega y la donación, con la generosidad de quien todo lo da sin reservarse cosa alguna para su personalidad.

¡Cuántas vidas entregadas al servicio de Dios Padre, a lo largo de mil años! Resulta casi imposible hacer su cómputo. ¡Cuántas entregas a la santidad, desde los miles de monasterios que pueblan la tierra, la ecúmene entera, en su totalidad! Pocos y muy limitados conocen el milenio en sus vivencias. San Salvador de Cornellana es uno de ellos. Mil años cuenta la Vega del Nonaya con un monasterio esplendoroso para la generosa presencia y servicio de unos servidores abnegados y entregados a los cantos de Maitines y Laudes, y el resto de las Horas canónicas, Prima, Tercia, Sexta, Nona, para clausurar cada día con el canto de las Vísperas y el rezo del Completorium y el de la Salve, a honras de la Señora, de la Madre, a la que resultan gratas y vivenciales las laudes o alabanzas que se tributan a su Hijo, mientras el monje cumple el lema monacal: “Ora et labora”. Ora y, sin cesar, reza; entrégate al trabajo que también es oración y ambas exigencias te ayudarán a emprender, a seguro, los derroteros y las rutas que acaban en la santidad conseguida y hecha de personal propiedad y devoción.

En la vida del monje, en el servicio continuado de Dios, se cumple cada día el misterio de la llamada, la vocación y la entrega emprendidas desde cada rincón del cenobio bienamado, como alabanzas y laudes de la vida monástica contemplativa y ello en cada instante, cada día, cada momento con las exigencias de santidad, del servicio al Altísimo en profundidad. El monje, al no ver las realidades de la tierra, posa sus ojos de continuo en el cielo. Dos son los límites con que el monje se encierra y limita aquí abajo: la cerca o tapial y el recinto claustral o claustro, desde donde el monje vive purificaciones y contempla al Padre de toda la creación. A través de estas dos realidades, el monje consagrado al Dios Altísimo obtiene la patente para desprenderse de las cosas de aquí abajo, poniendo su mirada en las realidades de arriba, hasta la plenitud de ser santos, para obtener, de pleno, la gloria de los cielos nuevos y la tierra nueva, adonde llegan revestidos los creyentes con túnicas albas, acompañando, todos, a los 124.000 signados.

Sumario: Ora et labora, un lema para las vivencias del monje

Destacado: Abrámonos a la esperanza, pues vivencias de mil años no se consiguen todos los días y no se puede permitir que se pierda ni un solo átomo, ni un ápice de ellas

El monje abre también su vida de entrega para las vivencias de la santidad, dejando libres las puertas que conforman la santidad y la entrega a Dios. Las dilatadas puertas de la entrada a la gloria las encontrará abiertas el monje que de verdad aspiró a la santidad.

Como ayuda están los libros de la monástica Librería, un nuevo lema y nueva realidad, que expresa ayudas y apoyaturas para ser santos, sin restricciones, para que sea más fecundo el servicio al Señor: “Eruditis intersum” es el lema de los libros y sus lecturas de la Biblia, la “Bibliotheca divinarum Scripturarum”, que es palabra de Dios: La presencia de este lema contiene hermosísima metáfora o, si se quiere, tropo y sinécdoque de bella entonación y santidad. Los libros son, efectivamente, los portadores de la sabiduría, son la erudición personificada o hecha persona: “Me encuentro entre sabios”, exclama el servidor del Libro en su entrega al servicio de Dios. Ellos serán guía para colmar la generosidad del monje, que aguarda encontrarse con Cristo Resucitado y Redentor.

Infinidad de aspectos podrás descubrir cuando el monasterio cornelianense se nos ofrezca ya restaurado. Abrámonos a la esperanza, pues vivencias de mil años no se consiguen todos los días y no se puede permitir que se pierda ni un solo átomo, ni un ápice de ellas. El milenario ahora celebrado, los mil años, son muy fáciles de escribir, en caracteres de romanidad. Basta una sola letra: “M”, que es grafía abreviadísima de “mil”. Entre todos conseguiremos encontrar las vías por donde se alcance el aparentemente imposible que salvador del sacro recinto del querido monasterio de Cornellana con su donación a los fines a que la Iglesia que peregrina en Asturias ayude a hacer realidad su plena y total restauración.

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