Los abusos de la virtud
Entre clases medias y con alguna noción histórica se generalizó mucho una perplejidad diferida ante el advenimiento y precipitado deshumanizadores del nazismo, porque permanece un poso de simpatía ante quienes eran un poco como nosotros en esa estimación común de la cultura como dique prestigioso de contención frente al embate de la barbarie que amenaza el buen orden. Precisamente, para garantizar ese buen orden, se operó entre los hombres una distinción radical y especiosa -fundamentada de manera eufónica y huera, pero ¡eso también es cultura!, ¿o no?- que concluyó con un balance desolador de víctimas humanas y naciones arrasadas. Ya sé que podría poner otros ejemplos de pésimo gobierno de alcance global, pero no tengo ganas de perseguir sombras de quienes llevan noventa, ochenta... setenta años callando como afogados.
Pues bien, tomada muestra del principio activo de la cultura, en su plasmación absoluta por calamitosa, observamos que es una fuente de validación selectiva -prodígase al interlocutor elegido razonamientos sostenibles, gratos, para facilitar su participación en el coloquio-, pero no hay gentileza alguna para quien se percibe como enemigo. Eso me pasó ayer con una poetisa que amenazó con agredirme físicamente por haber hecho yo uso de eso que viene a constituir en nuestros días causa de lesa humanidad, a saber: "lenguaje sexista". Su diatriba se enmarcó en una batería deshumanizadora que, lejos de estremecerme, fortalece mis defensas, si bien decliné reaccionar con inmediatez porque entendí que debía consagrarme al bien superior que nos había congregado allí a un grupo de personas en torno a una mesa; bien superior bastante volátil porque nadie hizo por conservarlo más que yo, pero en fin...
Me da igual, porque lo más piadoso que se puede decir de esa señora es su condición de inimputable, bastante tiene ya con lo suyo; no así de inimputables las ideas que prenden en las cabezas más desasidas de nuestro país, cápsulas mermadas, óptimas para un cóctel de tornillería expansiva que nos conduzca a un paisaje reeditado de muerte y destrucción. El Señor les reprenda.
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