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Sobre los recortes a los funcionarios

12 de Enero del 2011 - José Manuel Villanueva Fernández (Hevia (Siero))

De un tiempo a esta parte y como consecuencia de las medidas adoptadas por el Ejecutivo tendentes a paliar la grave situación económica que agobia a las diferentes administraciones aparecen en esta sección cartas de personas mostrando su disconformidad con los recortes efectuados y que en su mayoría corresponden a funcionarios, personal laboral u otros colectivos cuyo denominador común es que cobran de alguna de las administraciones públicas.

La última carta aparecida en esta sección, hace pocas fechas, está firmada por una profesora, quejándose amargamente de los citados recortes, haciendo gala de un victimismo que ya comienza a hartar. Vaya por delante que no pasa por mi cabeza cuestionar el derecho que todo ciudadano tiene a formular sus quejas por el medio que crea conveniente, no obstante lo cual los «no funcionarios» tenemos igualmente el mismo derecho a quejarnos, y seguramente con más motivo.

Chirrían en nuestros oídos, los de «los otros trabajadores», algunos argumentos vertidos por no pocos de los «protestones» –empleados públicos– que señalo más arriba. No digamos ya lo que pensarán quienes se encuentren en situación de desempleo y con pocas o nulas esperanzas de encontrar un trabajo digno en un espacio de tiempo razonable.

Como dije más arriba, quien crea cabalmente que tiene derecho a quejarse, pues que lo haga. Pero que dejen por favor el victimismo y la lagrimita fácil para sus círculos más íntimos, y no nos incomoden con tanto lamento, no vaya a resultar que a los parados y trabajadores en precario –que desde hace tiempo ya somos mayoría– nos vaya entrar algún tipo de congoja y tengamos que coger la «baja por depresión» que tan de moda está actualmente al no poder soportar sobre nuestras conciencias tantos privilegios.

Señores afectados: no es preciso que pidan perdón por ser funcionarios; simplemente si no les agrada su trabajo, búsquense otro. Nadie les llamó a trabajar ahí, y es curioso observar los codazos que se reparten para entrar en esos sitios para luego protestar a todas horas, argumentando que si se sienten así o asá. En la empresa privada, cuando te quejas, lo primero que te señalan es la puerta.

Antes que nada, destacar que la mayor parte de los empleados públicos me consta que desempeñan su trabajo dignamente y no tengo absolutamente nada en contra de ningún colectivo en particular. Me dirijo únicamente a quienes se nos presentan como pobres víctimas, cuando en realidad son unos privilegiados.

Otro argumento al que suelen agarrarse con inusitada frecuencia es el de la oposición: aun suponiendo que ésta haya sido limpia (que no siempre lo es), debería erradicarse de sus mentes, así como de la de los aspirantes a ocupar un puesto de tales características, la idea que no pocos tienen actualmente, consistente en pensar que se gana una oposición para no dar golpe el resto de su vida laboral, cuando ésta no debería suponer sino una obligación ética y moral para con el administrado, debiendo el empleado público sentirse doblemente obligado a desempeñar sus funciones con el mayor celo profesional. La oposición es la puerta de entrada a un trabajo que se adquiere para toda la vida, pero hay que trabajar, y no vivir de las rentas.

En cuanto a las retribuciones, le puedo demostrar a quien quiera que son superiores a las de la empresa privada en general y a igual categoría, además de respetarse con mayor rigor los derechos laborales en todas sus vertientes (salvo excepciones, como en todo).

Sin ánimo de ser malicioso, no quiero dejar pasar esta oportunidad para señalar también algo que no por archisabido deja de ser menos cierto: el absentismo laboral. En el ámbito de lo público es muy superior, llegando en gran cantidad de casos a límites vergonzosos. Sin ni siquiera salir de Asturias, reto a las administraciones locales a publicar los datos periódicamente en medios de difusión pública para que el ciudadano corriente y moliente tome conciencia de la vergüenza que supone pertenecer por ejemplo a un concejo en el cual sus trabajadores municipales permanecen de baja la mitad o más de la plantilla durante todo el año.

Por mi parte abogo por una profunda reforma de la ley que regula la función pública, especialmente con la que está cayendo, equiparando los derechos de todos los trabajadores, con independencia de dónde presten sus servicios, aunque albergo pocas esperanzas de que esto se lleve a cabo ya que el mayor obstáculo para ello es que una parte muy importante de los políticos (posiblemente en su mayoría) son funcionarios precisamente. De ahí las facilidades para dedicarse a la política, puesto que las excedencias no suponen ningún problema para ellos, al contrario de lo que ocurre en la empresa privada (otro privilegio más).

Para concluir: creo que quien no sea capaz de entender que en un momento crítico como el actual, donde el paro y la incertidumbre se ceban con tanta gente, que ha de hacer un esfuerzo y que debería darse con una canto en los dientes por disfrutar de una posición socialmente estable, no merece, a mi juicio más que un profundo desprecio.

José Manuel Villanueva Fernández

Hevia (Siero)

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