La Europa que nos estamos dando
Recordarán ustedes que en LNE del pasado sábado, ocupando media página impar, con fondo abanderado y pose incisiva de su curtido líder en gran e infrecuente foto -libertades de la prensa todavía libre-, se aludía al acto inaugural de campaña de elecciones europeas protagonizado en Gijón por un partido mal visto por El Sistema, vinculado al Grupo Conservador y Reformista del Parlamento Europeo. Y cara frente a cara, en página par, con un tercio de extensión, ajardinado fondo verde y pose ambigua, entre oferente y receptiva, en foto de su pulido CEO se hacía referencia a similar acto celebrado en Elche por otro partido, vinculado este al Grupo Popular Europeo.
El primero -el partido conservador reformista, que juega (o pelea) prácticamente en solitario contra todo el equipo globalista (el de la agenda)- acusaba, acusa y -visto lo visto- seguirá acusando al segundo -el popular- de no aclararse, de adoptar una postura indigna, ambigua, oportunista y polivalente, que acaba casi siempre -hasta ahora en el 89% de las veces, según sus datos- votando en el europarlamento lo mismo que el Grupo Socialista, que escenográficamente juega en el área izquierda del equipo globalista. A su vez, este segundo partido -el popular-, que se jacta de tener la agenda por evangelio, y que cubre la banda derecha de ese mismo equipo globalista en las competiciones europeas, parece cifrar su objetivo capital en ascender en la liga doméstica a cualquier precio, solo o en cualquier otra compañía y, sobre todo, en que los aspirantes, rebeldes e incordiantes -entre Pepito Grillo y mosca cojonera que, día tras día, les enfrentan a sus propias carencias y contradicciones- se hundan para los restos en el Molokai de la fachosfera. Sin embargo, en el terreno de juego parece querer estar a todas, y, entre maniqueo y okupa, pretende desfigurar el estado de la cuestión simplificando la competición y desubicándose en ella de forma tan simplista como maniquea y engañosa: vamos a decidir sobre dos modelos: socialistas vs. reformistas. Manda uebos, que se dice en el cuerpo diplomático.
Bien, y ya puestos, ¿de qué va su improvisada, novedosa y seductora oferta ideológica, programática y ejecutiva, dizque reformista?
Pues, poco más allá de los mandatos de desarrollo de la Agenda, eso sí, asumiendo con retraso y dudoso propósito de cumplimiento proyectos ajenos, tratando de hacerse con amigos, socios y eslóganes ajenos, usando en su propaganda imágenes con banderitas de concentraciones convocadas por otros y de plagiar para decir y no hacer, frustrando por n-ésima vez a ingenuos, desinformados e incondicionales. No pocos, entre los que me encuentro, hemos sido tan idiotas como para creer que ciertas alianzas territoriales, construidas sobre principios compartidos, lealtad institucional, proporcionalidad programática, reparto coherente de funciones y realismo coyuntural (visto lo visto, temo que, desgraciadamente, en precario), podrían extenderse a más amplios escenarios de buen gobierno a escala nacional y europea. Como la estupidez humana admite muchas variantes, hay otros compatriotas que, por el contrario, siguen creyendo que lo que en su momento fundacional fue una justificada radical quiebra ideológica y funcional -ni votos ni votantes son patrimonio de partidos, sino de principios- se puede parchear chapuceramente, sin autocrítica ni enmienda alguna, recuperando sin más para el redil ovejas que equívocamente da por marcadas.
Resumiendo: mientras no maduren los que tienen que hacerlo -los de las frutas, carajo-, seguiremos entre cárteles, foros, clubes y open societies, empantanados durante años en los barrizales de Puebla y São Paulo, aunque -eso sí- optando a los casting ocasionales como figurantes y títeres a las puertas de servicio de Bilderberg o Davos.
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