Jurando en hebreo
Popularmente se suele utilizar la expresión "jurar en hebreo" para calificar aquellos "cagamentos" de calibre grueso referidos a entidades sagradas como Dios, la Virgen, la Hostia o el copón bendito, es decir, los catalogados como blasfemia y perseguidos como delito por el nacionalcatolicismo. Todavía se conservan como recordatorio en algunas estaciones ferroviarias del centro de Asturias placas que advierten de la prohibición por ley de la blasfemia. Afortunadamente, esas expresiones pecaminosas han evadido ya el Código Penal sin que los objetos sagrados se hayan sentido ofendidos o hayan puesto el grito en el cielo.
Más grave me parece la juramentación en hebreo (literalmente) de amenazas contra una familia de Siero por el simple hecho de denunciar la barbarie genocida del Gobierno israelí contra el pueblo palestino. Esa denuncia es un clamor mundial, expresión de la rabia, la indignación, al tiempo que el humanitarismo de la comunidad internacional, solo enturbiado por la pasividad y hasta por la connivencia de un puñado de políticos desalmados, entre los que se cuenta el señor Abascal felicitando al autor del genocidio sin el más mínimo sonrojo.
Mientras que no exista una verdadera justicia internacional que cumpla y haga cumplir la legislación emanada de un pacto democrático entre la Comunidad de Naciones, seguiremos asistiendo a episodios monstruosos que, como el de Palestina, remueven las entrañas de la población mundial por ser un ataque a la propia Humanidad. Desgraciadamente, esa justicia internacional sigue esperando por su constitución. Entre tanto, un Estado minúsculo (hoy es Israel, mañana puede ser otro), creado artificialmente a mitad del siglo pasado, se expande a base de sembrar impunemente el terror por todo su alrededor, burlándose de la indignación que provoca a escala mundial. Y, no conforme con eso, se atreve a extender su amenaza a Europa y otras latitudes pretendiendo silenciar las manifestaciones de condena de su monstruosa tropelía contra el Estado palestino. Amenazas dirigidas tanto a gobiernos (el del Estado español) como a pacíficos ciudadanos, como en el caso de Siero. Se equivoca el sionismo si cree que va a destruir las libertadas democráticas que tan costosamente hemos logrado y los valores humanitarios que nos honran como pueblo solidario con el sufrimiento de los inocentes. Esa amenaza, en realidad, va dirigida a algo más profundo que la mera libertad de expresión, tratando de abortar el humanitarismo que nos define como seres humanos. Parafraseando al gran Aristóteles, podríamos decir: "Quien carezca de esa conciencia humanitaria solamente puede ser o un dios o una bestia". Dada su ubicuidad, el Mosad podía ser ese dios. Bestias, todos los que lo componen. ¡Ana y Javier, estamos con vosotros!
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