El emigrante
No tenía tiempo que desperdiciar, en las maletas debía meter toda su ropa y en cada segundo un recuerdo, un olor, un paisaje... Antes de zarpar aún quedaba espacio para uno más, el adiós, a sus padres, a sus hermanos, a su hogar, a una orgullosa adolescencia cediendo el asiento a una madurez que, amenazante y misteriosa, aguardaba por el emigrante más allá del mar. Sonó la sirena y sintió que todo había terminado... que todo había comenzado.
Habían pasado tantos años que casi no reconocía ante el espejo al joven valiente que cruzara el océano para trabajar, demasiado lejos de su pueblo como para no desear un día regresar. Por la ventana veía la Estatua de la Libertad. Cansado se echó a dormir y soñó; soñó que volvía el tiempo atrás, a la plaza donde un niño jugaba, al bar donde su padre jugaba una partida y al camino por donde una madre regresaba al hogar. La siguió muy de cerca y en silencio para no despertar ya jamás. Estaban todos y él con ellos, había vuelto a su pueblo, había cumplido la promesa de morir en él. No era imposible como decían, para un pobre, regresar algún día al hogar.
Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.
Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:
Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo