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Viajes de filósofos

6 de Junio del 2024 - José Manuel López García (Gijón)

Los filósofos, en general, han sido grandes viajeros y se entiende perfectamente, porque han querido aprender y conocer nuevos conocimientos y sentir emociones a través de sus viajes. El mismo Platón viajó mucho y visitó Megara, Egipto, Cirene y la Magna Grecia, lo que actualmente es el sur de Italia. Conoció a Arquitas de Tarento y tomó contacto con lo que quedaba de la escuela pitagórica. Realizó varios viajes a Siracusa, ciudad filohelénica, en la que reinaba Dionisio I, que era un tirano, con la mediación de su cuñado Dión, que era amigo de Platón y se interesaba mucho por la filosofía platónica y había sido alumno de la Academia de Platón. Realmente, tampoco Dionisio II, hijo del tirano, quiso implantar en su gobierno el Estado ideal propuesto por Platón en su libro "La República". Al final, Platón tuvo que regresar a Atenas, sin lograr que su Estado aristocrático y jerárquico se hiciera realidad en su tiempo. De todos modos, aprendió mucho de sus viajes, por distantes partes del mundo conocido de su época.

Aristóteles, amigo y discípulo de Platón, tras la muerte de este en el 347 antes de Cristo, decidió trasladarse a Aso, actual Turquía, en Asia Menor, en la que gobernaba su antiguo amigo Hermias, con cuya sobrina Pitias se casó el Estagirita y con la que tendría su primera hija. La actividad investigadora y docente de Aristóteles fue enorme a lo largo de su vida, y los viajes le proporcionaron una gran cantidad de nuevas observaciones de animales y de la propia naturaleza, que fueron sistematizadas en sus tratados escritos. La mente científica y filosófica de este gran pensador y naturalista extrajo muchos datos de sus viajes. Martin Heidegger también consideraba que los viajes forman parte de un aprendizaje necesario. De hecho, su primer viaje a Grecia necesitó muchos años de preparación y fue, en realidad, un regalo de su mujer. En la primavera del año 1962 emprendió el viaje en barco desde Venecia a los bellos territorios griegos. Realmente, impacta la hermosura del ambiente helénico, si se piensa no solo en la grandeza de sus monumentos y edificios antiguos, sino también en lo que supone estar en contacto con el origen de la civilización occidental y la riqueza cultural y artística de la misma. También podemos pensar en el surgimiento de la democracia directa, por ejemplo, en la Atenas clásica, etcétera. Goethe fue un gran escritor, que se ocupó también de cuestiones filosóficas y protegió a algunos filósofos, destacó por su interés por los viajes, especialmente en su juventud. Italia fue el sueño de juventud de este gran literato del siglo XVIII y primer tercio del XIX. Cuando llega a Roma tiene 37 años y escribe: "Todos los sueños de mi juventud están ahora vivos ante mí".

En la segunda mitad del siglo XVIII, el viaje a Italia es una de las obligaciones para cualquier persona culta. Meticuloso, Goethe irá anotando lo esencial de lo que va observando, sintiendo o pensando durante sus largos meses de viaje por la península Itálica. Le servirán estos apuntes para escribir su libro "Viaje a Italia". Como se sabe, los contemporáneos ricos de Goethe viajaban por tierras italianas por entretenimiento y también para formar su espíritu o mente. Escribió Goethe que "no se viaja para llegar, sino por viajar", y este pensamiento se encuentra, a cada momento, en sus páginas dedicadas al arte de viajar. Incluso se muestra convencido de que el año que termina con su viaje a Roma ha sido el más importante de su vida y escribe que, a sus 37 años, muera o viva un poco más, está satisfecho.

Un gran filósofo como Descartes dijo o escribió que viajar es como leer ya que ayuda, de modo formidable, a abrir los horizontes y a conocer otras culturas e ideas, etcétera.

Los viajes de Alexander Von Humboldt, un extraordinario naturalista y genio universal o polímata de su época, son famosos y se convirtieron en uno de los hitos de la exploración de la naturaleza del siglo XIX. El viaje de Humboldt a América transcurre entre 1799 y 1804 y para realizarlo solicitó la autorización del rey de España. Entre 1808 y 1827, Humboldt escribe sus relatos de viaje en 35 volúmenes. En 1829 emprende un viaje, más corto, a Rusia, Siberia y la frontera norte de China. Desde 1845 a 1858 redactó su obra cumbre Cosmos en cinco volúmenes.

Explica en estas obras numerosas cuestiones de Geografía, Física, Botánica y también muchísimos aspectos antropológicos, relacionados directamente con las conductas y costumbres de tribus y pueblos primitivos de América y de otros territorios. También se interesa por la Geología en sus expediciones, y la mineralogía, con descripciones y análisis minuciosos y precisos. Poseía una memoria prodigiosa y en Berlín Humboldt, por las noches, era capaz de pronunciar varios discursos de media hora sobre cuestiones filosóficas, artísticas y de otras disciplinas, de forma admirable, ya que tenía actividades que realizar para el rey de Prusia, además de su labor como erudito.

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