Esoterismo sobre ruedas contaminantes
Allá por el mes de abril de 2021 padecí una hernia cerebral (quizás no se haya enterado) intentando comprender el plan "Moves 3" del Gobierno para "convertir" 33 millones de vehículos circulantes en 33 millones de vehículos eléctricos para 2035, y nunca he sido el mismo desde entonces. Gracias por las condolencias.
Una premisa a considerar es que, en general, los vehículos eléctricos pesan alrededor de un 30 por ciento más que los vehículos propulsados por gasolina, con el añadido de que su fabricación y compra suponen bastante más dinero.
De hecho, hasta la fecha, según los datos de la patronal de fabricantes Anfac, el número de coches eléctricos que ya circulan en España supera los 150.000 vehículos, a pesar de los pocos estímulos y rácanas ayudas gubernamentales.
La conclusión evidente es que en España los modelos eléctricos avanzan muy lentamente, lejos de llegar a cifras que permitan hablar de una transición verde en el parque automovilístico nacional, donde todos los vehículos que están asegurados, incluidos autobuses y camiones, son casi 33 millones.
Si, en pro de luchar contra la contaminación y el cambio climático, pretendiéramos para 2035 tener no más, sino la misma cifra, deberíamos achatarrar esos 33 millones (también genera contaminación) y suplirlos con eléctricos, lo que supone adquirir 2,5 millones/año, grosso modo, es decir, 200.000 vehículos al mes (imagine a cada habitante de Oviedo estrenando coche el 1 de junio), lo que parece una quimera si tenemos en cuenta que al cierre de 2023 se vendieron cerca de 63.000.
Muchos piensan en contaminación y lo relacionan con las emisiones de escape, pero el desgaste de los neumáticos juega un papel importante en la emisión de contaminantes porque el caucho sintético utilizado para crear neumáticos incluye ciertos químicos que se liberan al aire, y también porque los vehículos eléctricos son significativamente más pesados que los automóviles convencionales, debido a sus enormes baterías de litio.
Estos problemas se suman al hecho de que no son adecuados en climas más fríos (como en el norte de EE. UU. y de Europa), ofrecen una autonomía deficiente y tiempos de carga excesivos; además, tienen baterías que requieren enormes recursos para fabricarlas (también difíciles de reciclar).
El estudio de 2022 del grupo Emissions Analytics, con sede en el Reino Unido, concluyó que durante un viaje de 1.500 km los vehículos eléctricos liberan más contaminantes al medio ambiente que los vehículos propulsados por gasolina.
¿Cómo? ¿Cuántas veces más? ¿50, 100, 300 tal vez?
Alucine: 1.850 veces más, debido fundamentalmente al mayor peso que devora los neumáticos.
La gran conclusión sería que las innovaciones en tecnología, como las que recargan las baterías mientras circulan por carreteras inalámbricas, fueran prometedoras... mientras que el Estado y el tipo de personas que trabajan para él no se involucren, arruinen los proyectos y generen el caos al que nos tienen acostumbrados.
Hoy, este tipo de vehículos, junto con todas las bicicletas de limo que veo por aquí, son una enorme pila de basura costosa, solo más vertederos y más juguetes para los yuppies y sus arrogantes descendientes hipsters. Incluso las bicicletas Ken Livingstone (Boris) ahora son muy caras de alquilar, cuando antes eran tan baratas como las patatas fritas.
En definitiva, un costosísimo, curiosísimo, inexplicado e incomprensible sistema para la supuesta lucha contra la contaminación y el cambio climático que, en primera instancia, ha afectado de modo irreversible a mi cerebro.
Saludos cordiales.
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