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Cien años de servicio a la sociedad ovetense

17 de Enero del 2011 - Fray Juan José de León Lastra, O. P. (Salamanca)

Si se camina por el centro histórico de Oviedo y se baja de la Corrada del Obispo por la calle San Vicente, se encontrará, en la fachada de un edificio con aires de mansión antigua reformada, una pancarta que proclama cien años de evangelización. El edificio es la casa de las Religiosas de María Inmaculada, llamadas antes del Servicio Doméstico. Cien años en la ciudad estimo que, a pesar de su entrega a los – y sobre todo las– ovetenses, no han merecido el reconocimiento de la ciudad. Familias de cierto nivel económico acudían a ellas para encontrar chicas que desempeñaran las tareas domésticas. Por eso eran conocidas y a veces reconocidas. (Existían, sin embargo, ciertos recelos de acudir a las religiosas porque éstas seguían los pasos de las jóvenes y se interesaban por el trato que recibían, y si eran justamente remuneradas según la legislación vigente, y este control no era siempre del agrado de las «señoras»). Pero las religiosas de María Inmaculada han sido más conocidas por estratos humildes de la sociedad. El carisma de las religiosas de María Inmaculada es el de su fundadora, santa Vicenta María: atender a las jóvenes que desde sus pueblos llegaban a la ciudad a trabajar y se encontraban perdidas, expuestas a todo tipo de explotación. En concreto, a las jóvenes que se acercaban a la ciudad buscando trabajo, sobre todo el doméstico. Sus «centros sociales» eran lugares de acogida, de formación, también de cultura y ocio, y de amparo. Hoy son, sobre todo, las emigrantes las que acuden al centro buscando ayuda, orientación y preparación para incorporarse a la sociedad ovetense. Las religiosas pronto percibieron además la necesidad de fundar escuelas para niños y niñas promoviendo ya en los años prematuros una formación integral desde la perspectiva cristiana. La formación profesional es lo que caracteriza su centro. Nunca se le habrá podido aplicar el carácter de centro de élite. Siempre ha sido claramente popular. La tercera misión que han cumplido fue la de residencia de trabajadoras y de universitarias. Siempre con la perspectiva de acoger a las que tenían menos recursos económicos. Centro social, escuela y residencia han definido la presencia durante cien años de estas religiosas en el corazón del Oviedo de antes y de ahora. El histórico y el actual.

Las religiosas de María Inmaculada viven y trabajan sin alardes: la sencillez, lo oculto de su eficaz trabajo, digamos la humildad, las caracteriza. Pero sería injusto, me atrevo a decir, que la ciudad no reconociera su centenaria dedicación a quienes llegaron a Oviedo buscando un modo de vida, de formación, de una mano amiga que las ayudara a integrarse en la sociedad ovetense. En esa línea continúan. Buena ocasión es cumplir cien años de su presencia en nuestra ciudad para reconocer públicamente su servicio. Los muchos atributos elogiosos que se asignan a Oviedo dan a entender que es también una ciudad agradecida.

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