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Suceso en la Universidad Complutense

11 de Junio del 2024 - Javier Cortiñas González (Villaviciosa)

Al pasar la página del periódico, el título de la noticia me llegó como un trallazo. Del mismo estilo de los que solía publicar el "El Caso", aquel tremebundo semanario de la España de otros tiempos. Conocido por su enfoque sensacionalista y detallado de crímenes, asesinatos, misterios y fenómenos paranormales.

Pasado el primer sobresalto, la noticia informaba de la agresión sexual de una cabra en el Hospital Veterinario de la Universidad y que la Policía Nacional había detenido a un trabajador de la limpieza, de 43 años, acusado de un presunto delito de maltrato animal. Al parecer, la "víctima" había ingresado recientemente en el centro veterinario debido a una dolencia en una de las articulaciones. El hecho ocurrió la última semana del pasado mes de mayo. Fue una estudiante de la Facultad de Veterinaria quien denunció el hecho, al sorprender al agresor en "una postura rara con la chiva", a la que empujaba por la parte posterior contra la pared. Añade la noticia que, practicada la denuncia, se procedió a examinar a la agredida y, tras realizar ciertas pruebas complementarias, se confirmó la veracidad de lo sucedido.

La noticia así expuesta me pareció más un extracto literal de un atestado, porque no añadía mayores detalles que permitiesen esclarecer lo ocurrido, quedando la información poco clara o más bien velada, con muchos cabos sueltos, que un buen periodista profesional en busca de la verdad trataría de resolver. Pero como no parece que estén los tiempos para esta clase de periodismo, porque muy probablemente aporta poco pan traer, me postulo como periodista diletante, al menos, en lo que respecta a señalar los cabos sueltos que se deberían indagar. Puesto que al no poseer por ahora el don de la ubicuidad no puedo hacer averiguaciones al no residir en la Villa y Corte, simplemente los dejaré aquí recogidos, en espera de que surja algún colega local mejor preparado y más apasionado por alumbrar toda la verdad y nada más que la verdad.

Estimo que habría que indagar más a fondo en las circunstancias del acto cometido, considerándolo inicialmente como un típico caso de zoofilia o acto sexual entre un ser humano y un animal. Un vestigio de comportamiento sexual primitivo, conocido desde la antigüedad, prohibido por casi todas las religiones por ir en contra de la reproducción humana y orientado también a la prevención de enfermedades. Idealizado en la mitología grecolatina, donde aparecen seres con atributos de animal y de hombre: minotauros, centauros y faunos, frutos de alegres y alocadas coyundas entre diosas promiscuas y animales en medio de paradisiacas selvas, riberas y prados. Seres mitológicos exageradamente lascivos cuyo mayor entretenimiento era perseguir constantemente a las ninfas, náyades o xanas por bosques y fuentes.

Que tal práctica existe no puede negarse; que sea frecuente no puedo afirmarlo. Considero que sería interesante realizar indagaciones que nos permitiesen descubrir la posible existencia de alguna organización o asociación interesada en estas prácticas, como las hay de jugadores de póquer, por suponer.

Continuaría investigando más a fondo todo lo relacionado con los protagonistas: la victima o posible víctima Amaltea y el agresor Calixto. Ambos nombres ficticios para no incumplir la ley de protección de datos. Fijémonos primero en Amaltea, una chota de raza desconocida, dificultad añadida, por la abundancia de razas caprinas que triscan por páramos y montes bajos de nuestra geografía. Aunque yo apostaría por la raza blanca celtibérica o por la guadarrameña, simplemente por la proximidad al Hospital Veterinario. Quizá la blanca más ingenua, de garboso porte, de pelo sedoso y lustroso, de dulces balidos, de mirada hipnótica, que encandiló inconscientemente a Calixto, o él a ella al escuchar, durante su estancia en el hospital, sus dulces silbos amorosos, remedos de los que acostumbraban a tañer los pastores de la mitológica Arcadia, hasta llevarle al colmo del frenesí, a un exacerbado impulso erótico, incontenible, que no pudo controlar. Pero también es posible suponer que la susodicha fuera una guadarrameña experimentada y pendona, tal como podría deducirse del hecho de haber ingresado por una dolencia en una de las articulaciones, circunstancia que alerta de sus posibles y peligrosas andanzas pendientes de aclarar. Cabe suponer en este caso que fue la chiva la que engatusó a Calixto con sus andares provocativos, su barbita coqueta y sus atributos al aire.

De Calixto se debería profundizar de dónde procede esa pasión por las mamíferas arteodáctilas. Si esta ha sido la primera vez, o si se ha beneficiado o llevado al huerto, en este caso contra la pared, a más de una. Incluso me atrevería a sospechar si Calixto no ha sido un fauno o chivo en alguna de sus anteriores reencarnaciones, algo que admito difícil de probar, pero que sometiéndole, voluntariamente, a unas sesiones de hipnotismo regresivo, acompañadas de emisiones acústicas de esquilas, cencerros y balidos de distintos tonos e intensidades, podría obtenerse algún posible resultado. Pues de probarse tal circunstancia, sería un atenuante importante para no condenarle, puesto que, al fin al cabo, actuó pura y simplemente guiándose por su instinto animal.

Queda la testigo, la estudiante que se encontraba en el centro el día "D" y a la hora "H", en el momento de la realización de ciertos juegos equilibristas entre dos mamíferos pertenecientes al género "capra" y "homo". Sin que le llamase la atención el tipo y calidad de los balidos. Algo que estimo podría arrojar más luz sobre los hechos ocurridos para poder así deducir si hubo o no consentimiento mutuo, de acuerdo con la ley del "solo sí es sí", y dejar descartadas alusiones engañosas del tipo: no dijo que no, lo iba pidiendo, se notaba que quería o no fue del todo clara.

Tampoco dejaría pasar por alto otro aspecto, como parece desprenderse de la detenida lectura de la noticia, relacionado con la distinta consideración que tanto la Policía Nacional como la directora del Hospital Veterinario han tenido hacia los protagonistas. Atribuyendo de manera descarada el papel de víctima a Amaltea y dando por sentado que Calixto es el agresor, tal como se desprende de las atenciones y cuidados prodigados hacia ella, dejando quizás muy maltrecho psicológicamente a Calixto, cuando todavía no hay nada concluyente demostrado sobre sus motivos e intenciones.

Una muestra más del ambiente actual de condena automática del macho en cuanto hay una denuncia de agresión entre sexos, géneros o como considere el juez este caso que podríamos definir de violencia de género bestial. Pues sin que se haya celebrado ningún juicio, el pobre Calixto se ha quedado sin trabajo y condenado a unos posibles tres años de prisión, si no se incrementa más la pena por la personación en el caso de la Sociedad Protectora de Animales.

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