La corrupción normalizada
Si viajas en tren o en avión, te mantienes atento al paisaje mientras conversas o incluso lees. Esto era así para mí cuando repasaba las noticias del día, pero ahora ya casi ni me fijo en ese paisaje fugaz que podría colarse en uno de tus sueños dorados. Por eso tengo que compartirlo: ¡señores, un político se ha manifestado leal a su conciencia! No será muy guapo, pero para mí ha sido el mejor paisaje del último viaje. ¡Señor Lambán, cuánto agradezco esa palmera en medio del desierto! Nos estábamos acostumbrando a no esperar nada en la política, ya sea en individuos o en las organizaciones en general, se ha normalizado la corrupción en este mundo.
Pensemos, por ejemplo, en las organizaciones religiosas que han perseguido a millones de personas. El antisemitismo de la cristiandad culminó el siglo pasado con el Holocausto nazi. De los muchos factores implicados, el odio religioso fue, sin duda, uno de los más importantes. "Cristianos", católicos y protestantes por igual, participaron en la matanza o la toleraron. ¿Qué ejemplo moral han dado al resto del mundo los países "cristianos" con guerras, cruzadas y "santas" inquisiciones? Por su culpa, mucha gente no entiende cómo es Dios, qué futuro les espera a la Tierra y a sus habitantes.
También están los gobiernos que alimentan las divisiones y la violencia si es para prosperar gracias a sobornos o favoritismo. Y no nos olvidemos de las empresas codiciosas, que contaminan el planeta, agotan los recursos naturales y explotan la credulidad de los consumidores con tal de hacerse multimillonarios mientras millones luchan con la pobreza y el hambre. Es indudable que las organizaciones corruptas son responsables de gran parte del sufrimiento actual. Estaba pensando en esto cuando, pasando la página de mi libro de cabecera, leo: "¡Ay de ti, destructor que no ha sido destruido, traidor que no ha sido traicionado! Cuando termines de destruir, serás destruido. Cuando termines de traicionar, serás traicionado" (Isaías 33:1).
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