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Retirarse con dignidad

17 de Junio del 2024 - Rufo Costales (Oviedo)

Deportistas en la cumbre como Federer y, más recientemente, Tony Kroos han sido capaces de retirarse del deporte profesional en sus respectivas disciplinas, estando en la gloria del presente, para ganar la gloria del futuro en el recuerdo de aficionados jóvenes y mayores.

Particularmente imagino a Kroos en Nazaret cabalgando una ola gigante sobre una tabla de surf, con la camiseta del Madrid y el mensaje: "No voy a llegar más arriba. Aquí me retiro", para pasmo de propios y ajenos, dando una lección al mundo de cómo priorizar valores tradicionales, hoy en desuso, contra el agresivo materialismo imperante.

Para los que piensan que estos dos deportistas se han retirado pronto, es interesante recordar al tenista sueco Björn Borg, "volatilizado" a la tierna edad de 26 años cuando no pudo soportar la presión de estar en lo más alto y perder Wimbledon y Open USA contra John McEnroe en su último año y decidió retirarse.

Si eso mismo lo hubieran hecho Nadal, Federer o Djokovic, se hubieran retirado 20 veces los últimos 20 años, tras perder una gran final contra uno de sus sempiternos rivales.

Un caso sin tanto relumbrón, pero no menos importante, es el de Santi Cazorla, quien, con 38 años, después de una dilatada y exitosa carrera por el fútbol nacional e internacional, vuelve al Oviedo a "echar una mano", sin coste alguno para el club, cediendo sus derechos de imagen y solo con la condición de que el 10% de la venta de sus camisetas se dedique íntegramente a inversión en la cantera azul. Sin palabras y orgulloso de ti, Santi.

Otros deportistas de élite no han sabido o no han podido elegir el momento y han ganado dinero a cambio de perder grandeza y glamour.

Es el caso de algunas actuales figuras mundiales que han sido premiadas por los dioses con el don de la longevidad deportiva (con rendimiento mantenido), que asumen el grave riesgo de "morir" con las botas puestas y la bolsa llena.

Ejemplos claros son los de Cristiano Ronaldo, Luka Modric, Fernando Alonso o Rafa Nadal, más evidente en el caso de los dos últimos, que se revuelven contra su propio cuerpo, cuando está probado y demostrado que pelear contra el propio cuerpo es, antes o después, una pelea perdida.

Ciñéndome a Rafa Nadal, desde el afecto, el orgullo y la admiración, me siento muy incómodo por su resistencia a dejar de competir, en el convencimiento de que le está haciendo un daño innecesario a su cuerpo ("Vengo de afrontar dos duros años de lesiones. Para mí es difícil qué va a pasar en el futuro", declaró en París), e incluso a su mente (Dios no lo permita), que va a arrastrar quizás para siempre.

Desde esa perspectiva, no creo que el tantas veces ejemplar Nadal esté dando un buen ejemplo, porque lo que es seguro es que el año que viene no va a tener 37 años y al otro 36, sino 39 y al siguiente 40; y a esa edad, un genio de su deporte, un tal Jimmy Connors, deambulaba por las pistas, con derrotas impensables mezcladas con puntuales victorias sonadas que le estimulaban para seguir... dando pena.

Me recuerda a un premonitorio Andre Agassi en sus últimos minutos en el Open USA: "Se trata del último torneo en el que voy a participar en toda mi carrera. Juego al tenis para ganarme la vida, aunque odio el tenis, lo detesto con una oscura y secreta pasión, y siempre lo he detestado... Me pongo de rodillas y susurro: por favor, que acabe todo esto. Y después: no estoy preparado para que acabe todo esto... No es que mi cuerpo quiera jubilarse, es que ya se ha jubilado. Mi cuerpo se ha ido a vivir a Florida y se ha comprado una casa adosada y unos pantalones de señor mayor...".

No es tan sencillo retirarse con dignidad.

Saludos cordiales.

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