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¿Es posible escapar de la corriente?

17 de Junio del 2024 - José Luis Sancho Sánchez (Zaragoza)

El lunes suele requerir más fortaleza de espíritu que el resto de la semana. El sábado tienes invitados, el domingo eres invitado, la cabeza sabe que estuviste demasiadas horas sentado, que comiste un poco más de lo recomendable y bebiste algo más de lo aconsejable. Madrugas con la cabeza debajo del brazo, pero con la ilusión de recoger a esa preciosidad de nieto que tiene 15 meses y pesa 13 kilos. Cuando por fin lo duerme la abuela, salgo a por el periódico. Mi vecino José María baja conmigo en el ascensor y comienza una conversación estratosférica, quizá convencido de que puedo seguirle porque no ve mi mirada extraviada, operada de cataratas y protegida por unas gafas de sol. El tema es las secuelas de las vacunas de la covid. Según su cinematográfica versión, ¿fue un atentado contra Occidente fabricado en China, o se alertó a la población con el diabólico propósito de infectarla con la vacuna, y así tener que administrar más y más vacunas, millones de millones sin control?

Nos encontramos a Miguel, el entrañable vecino Miguel, que se queda con Fernando y me dedica su saludo: ¡A la paz de Dios hermano! Busco un banco a la sombra, pero ya tienen su respectivo inquilino, me quedo de pie y levanto el periódico para echarle un vistazo -es por las cervicales-. Voy repasando los temas pero con las gafas oscuras, no sea que quiera creer en lo que me interesa y dudar de todo lo demás, ¡madre mía!, a nivel del mundo, a nivel de España, a nivel de mi amada tierra, ya no hay escape a tanta barbaridad. Lo dejo, necesito algunas ganas para ayudar con el rorro.

De vuelta con al menos ese propósito me para un hombre más bien recio y me dice: -Cuánto me acuerdo de ti, ¿cómo estás? -Yo... no... Perdona, tu cara me suena pero no le pongo nombre. -Soy Antonio, sí, estuve en tu casa... Y a esto le sigue una historia que acaba en una necesidad económica. Aunque ya lo veía venir desde el principio, lo dejé hablar para decirle después que sí, que ya lo había reconocido. Él creyó que yo había caído en la trampa. Me quité las gafas. -Te he reconocido, no sé sí lo entiendes. En ese momento me fui, no sin vigilar los costados. He oído que no solo hay un actor en este modelo criminal sino varios que llegado el momento te convencen de su necesidad, por las buenas o por las malas. Nada, tengo que olvidarlo todo para que no se me enfríe el amor. "Por el aumento del desafuero se enfriará el amor de la mayor parte. Pero el que haya aguantado hasta el fin es el que será salvo" (Mateo 24:12,13).

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