Descansa en paz, Juan
El repentino fallecimiento de Juan, hermano y ahijado de mi esposa María Antonia, ha trastocado todos los planes de un esperado fin de semana tranquilo y placentero.
En una villa como Pola de Laviana, una noticia de esta índole corre de manera exponencial y la tradición de acompañar a los familiares en tan tristes momentos no se hace esperar.
Aunque los más jóvenes, quizás porque aún no han tenido que pasar por estos tragos, ven como algo anticuado y caduco el rito del tanatorio y no son conscientes de que para la familia el cansancio tanto físico como emocional queda recompensado por las muestras de cariño y solidaridad de los vecinos y allegados.
En el fondo una villa no deja de ser un pueblo grande, todo el mundo se conoce y es precisamente en los pueblos donde se sigue manteniendo esta vieja costumbre.
Quiero, desde estas líneas, agradecer en nombre de la familia de mi cuñado Juan a todos los que de una u otra manera habéis estado a nuestro lado en momentos tan difíciles.
Muchas gracias a todos, familiares, vecinos y amigos, porque vuestras muestras de afecto han hecho más llevadero nuestro dolor.
Muchas gracias a los compañeros de trabajo de Juan, liderados por Javier, un hombre que estuvo a su lado hasta el último momento.
Con vuestra presencia habéis dado una verdadera lección de solidaridad en un momento en que, y hablo en términos generales, las relaciones entre compañeros se encuentran seriamente devaluadas.
Y para finalizar, agradecer de corazón a quien para nosotros es "Luís el cura", por liderar un funeral tan gratificante como bonito, aun siendo conscientes de que estaba despidiendo a su gran amigo y contertuliano Juanín.
La espontánea ovación tras la homilía lo dice todo.
Ahora, a la familia, el recuerdo de Juan nos tiene que fortalecer para seguir arropando a Clementina, una madre que no es capaz de asimilar cómo ha podido ocurrir que su hijo se haya ido antes que ella.
Descansa en paz, Juan.
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