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Funiculí Funiculá

23 de Junio del 2024 - Guillermo Hernández Fernández-Villanueva (Avilés)

Corría el año 2002. Lamentos hubo unos cuantos. Nadie auguraba el desastre en ciernes. La ciudad inauguraría una época para olvidar, la de la incertidumbre y el abatimiento. Oviedo confiaba en regresar a la élite ese mismo año, pero llegó un día de 2003, en la segunda vuelta, y con Esteban, Onopko, Geni, Tomic y Oli como escuderos del regreso a Primera, se toparon con el goleador más ávido que ha tenido la cruenta Segunda División. Nino, el delantero centro voraz del Elche, borraría de un plumazo todas aquellas aspiraciones que el equipo carbayón había apostado. Ese duro enfrentamiento en el Tartiere, donde el Elche les metió seis, fue la gota que colmó el vaso de la afición oviedista. Una afición que había perdido la paciencia con los dirigentes que diezmaron la economía del club, y que la sumieron en la bancarrota.

Y claro, ese año el Oviedo no subió y empezó la pesadilla. Un destierro a la Tercera División, sin pagar a los jugadores. No había dinero ni para la luz. Un castillo de naipes que se venía al suelo. Una campaña de acoso y derribo por parte del Consistorio ovetense, la hoja de ruta marcada por el mejor alcalde de Oviedo que se equivocó estrepitosamente pues quien tenía la culpa no era la valiente y orgullosa afición carbayona, sino un tipo llamado Eugenio Prieto, el dementor azul. Muchos fueron los valientes que ayudaron a resurgir al ave fénix. Lafuente o Fidalgo. O aficionados al fútbol de todas las partes del mundo que compraron una acción, aportaron dinero desinteresadamente, incluso sportinguistas.

El "Tiempo de Juego" de la cadena Cope desde las ondas dio un impulso a la salvación. Aquella última llamada a Dios desde la cadena de los obispos se tornó en llamada a la mano derecha del hombre más rico del mundo, un mexicano con raíces asturianas. Arturo Elías no sabía que era el Real Oviedo, pero caprichos del destino aquel domingo de purgatorios, Elías aceptó y se encaprichó. Oviedo no era cualquier ciudad. Esa afición no era una más. Valor y garra.

En el nuevo Tartiere cada gol se celebra con entusiasmo y cuando marca el Oviedo, una canción cantada por Pavarotti se cuela en los corazones azules de la afición. 23 años de sinsabores, Oviedo en las duras cantó siempre con entusiasmo "Funiculi Funicula".

Y por Dios que seguiremos cantando con las gaitas, con Melendi... Al Oviedo ciudad de abolengo, un ascenso deseado, soñado muchos años, y que el domingo se rubricará.

En Cornellá el Prat, Funiculi Funicula.

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