Los que zurran a Milei
Seguro que tienen razón en mucho de lo que dicen, porque un sistema tan liberal como el que Milei predica deja en el aire aspectos de los ciudadanos que la izquierda protege, aunque el debate siempre será el mismo y se resume en cuál de los caminos es superior en orden a conseguir el mejor fin para la sociedad. Si Milei está loco eso no quiere decir que no diga verdades como puños (los borrachos también), entonces cuánto de lo que dice es cierto y cuánto no lo es (probablemente si lo que manifiesta lo expresase de una forma más acorde con los paladares exquisitos que solo degluten lo empalagoso, el impacto sería diferente, así que lo que importa es la forma). Este detalle lo obvian los que desde los medios se limitan a atacarle, enfatizando solo lo que pueda tener de negativo. Si realmente quieren alertar del peligro que esta aparición supone para una nación como Argentina no deberían eludir un análisis de la Argentina actual y cómo ha llegado a esta situación, y cuál ha sido la ideología política que la ha llevado a esta realidad, porque si conscientemente silencian eso y solo hablan de lo malo que es Milei están ocultando el origen que generó la irrupción de este personaje y que parece estar en relación con el progresivo deterioro de un país que cada poco se declara en quiebra. En política los bandazos no deben ser nada bueno pero la responsabilidad hay que repartirla entre ambos bandos, que se van a los extremos, porque cuando el péndulo se fuerza hacia una posición límite la propia inercia lo devuelve al límite opuesto, y quienes solo mencionan uno, ocultando el otro, están considerando a su audiencia como estúpida, al negarle la capacidad de pensar, y dan por asumido que pueden manejarla exponiendo o callando lo que al orador o escritor le interesa y que está en línea con su propio pensamiento, sesgado e interesado, y entonces habría que deducir que probablemente en donde habita la estupidez es en el ámbito de la tribuna del orador o en la pluma del que escribe, porque en ambos sótanos la demagogia se siente cómoda.
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