A Vicente Pisano, in memoriam
Cuando yo conocí a Vicente en mis primeros días como voluntaria en el Banco de Alimentos de Asturias, en la nave de Asipo, hace ya demasiados años, me encontré con un hombre inteligente, amable, trabajador infatigable, sensato, con carácter, cercano... con un bagaje profesional muy amplio (perito industrial, con experiencia tanto en el sector público como en el privado, jefe de bomberos por oposición...), jubilado ya, y que había dejado tras de sí en toda su carrera profesional un gran recuerdo, y era respetado y querido.
Pues bien, él, que no se tomaba su voluntariado como algo para entretenerse, sino como un trabajo profesional más, me enseñó todo lo relativo al Banco con gran cariño y dedicación, y para mí fue mi mejor maestro, al que desde entonces respeté, admiré y quise.
Horas y horas le dedicó al Banco, en el almacén y en casa, diseñando, proyectando y arrastrando a todo aquel que se interesaba con gran entusiasmo por su parte.
Muchas horas en el almacén clasificando alimentos, haciendo albaranes, procurando que no entrase en la cámara de frío porque padecía de frecuentes bronquitis y "Pilar me mata", su queridísima Pilar (a la que también llevaba de camino a algún viaje un par de horitas a trabajar al almacén), y muchos patronatos juntos me permitieron conocer a un hombre bueno, trabajador, serio, cariñoso, que ponía en todo lo que hacía el alma y al que era imposible no querer.
Cuando con los años fue perdiendo algo de su ímpetu, nos dio una nueva lección de humildad, sencillez y elegancia al ir dejando poco a poco sus responsabilidades en el Banco, supongo que con mucha pena por su parte y, desde luego, por la mía, pero sin querer hacerse notar tampoco en su despedida.
Y ahora se nos ha ido para quedarse en nuestros corazones para siempre.
A Pilar, su querida esposa y compañera, a sus hijas, yernos, nietos... no les ha podido dejar mejor ejemplo que su vida misma, su actitud, su gran manera de ser y estar.
Un beso al cielo, mi querido Vicente.
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