Salimos a cazar inversiones
Seguimos prehistóricos bajo la influencia neandertal de ser cazadores recolectores. Una pareja recién casada entrando a Asturias, al traspasar la Perruca, ella, que era de secano, se quedó impresionada por lo que veía y dijo: "Mucho trabajo tienen los agricultores asturianos para sembrar tantos prados con hierba tan verde". Él guardó silencio un rato y al cabo le dijo: "No tienen que hacerlo. Brota sola, solo tienen que recolectarla". Siempre nos sentirnos premiados, por eso no es cierto que «Asturias necesite recobrar la confianza en sí misma», sino más bien comenzar a desconfiar de tanto premio que se nos ha dado para cazar y recolectar; y que sería mejor sembrar y criar aquí. Ahora bien, como sabemos que lo mejor es enemigo de lo bueno, preferimos no hacerlo para no arriesgarnos a perderlo. Así que «sabemos que las ocasiones no caen del cielo», por eso las cazamos y no las criamos o creamos aquí. Escasas son las empresas propias creadas por empresarios nacidos aquí, así que salimos a la caza fuera. Algo que ya ocurría cuando Pelayo, que, casado con la cántabra Gaudiosa, cuando se malogró el reinado de su hijo Favila al ser cazado por un oso, nos cazaron como súbditos reyes venidos de Cantabria. Heredó el reino de Asturias Alfonso I (yerno cántabro de Pelayo) y él comenzó exitoso la empresa de la Reconquista. El siguiente: Fruela I (nacido ya aquí) solo trajo asesinatos y hasta el secuestro de la reina Munia (cazada y secuestrada en Álava). Siguió Aurelio (cántabro y sin hijos), que pasó el reino a Silo, casado con Adosinda, hija de Alfonso I. Al morir Silo pasó el reino a Alfonso II (hijo de Fruela I y de la reina Munia de Álava). Pero como Fruela I también había tenido otro hijo (Mauregato) un día de caza con una sierva gallega, aquí, como buenos republicanos de izquierdas, aupamos a Mauregato (hijo de sierva) deponiendo a Alfonso II (hijo de reina). Alfonso II, al querer asesinarlo, huyó a tierras alavesas con sus parientes. Muerto Mauregato, volvió como rey. Así que Alfonso II, desconfiando de tanto cazador, pasó más tiempo en Viseu yendo a cazar al califato de Badajoz que en Oviedo.
Muchos siglos protegen nuestra tradición conductual al emprendimiento. Por eso muchos se obcecan en salir a cazar inversiones, y otros pensamos (obcecados) que hay que entablar relaciones comerciales con compradores de productos de aquí, para, con las ganancias, invertir en mejorar e innovar las producciones. No es ser agorero, es intentar impedir lo que ya fue nefasto antes: cuando el objetivo era crear oficinas para cazar proyectos europeos. Tal fue la actitud que hasta la UE empezó a desconfiar y determinó premiar generosamente solo proyectos ya emprendidos, y mal el resto. Aquí nos premiamos con museos, centros de interpretación y aulas didácticas no productivas (algunas edificaciones vacías durante décadas)... Ahora vamos a crear fuera el aula didáctica de un centro de interpretación de inversiones.
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