Sueños de dignidad
Una parte del mundo necesita cada vez de más dinero porque todo se les ha ido de las manos y de la sana ambición por progresar han hecho una adicción por poseer. Como vivir dignamente en sociedad conlleva adquirir derechos pero también contraer deberes, entre ellos el que los demás lo hagan también dignamente, requisito que en estos momentos no debemos de estar respetando porque si no a nuestras puertas no se allegarían ciudadanos del mundo reclamando dignidad, carecemos de argumentos morales para echarlos y debemos entonces tirar de argumentos materialistas para desalojarlos. Hemos cimentado nuestro mundo en la riqueza y, no satisfechos, lo hemos reforzado con la ostentación para, aparte de nuestros bolsillos, satisfacer convenientemente nuestros egos. Tras años de que la trama haya salido según lo planeado, ahora llegan unos de fuera exigiendo la documentación que nos acredita como propietarios absolutos del oasis del que nos surtimos y resulta que no los tenemos porque resulta que no existen y que, para colmo, aquella tecnología que nos hizo ricos llegó también a la tribu más perdida del planeta para avisarles de que mientras ellos buscan comida para sobrevivir otros la tiran. Soñar es un privilegio humano, hacerlo con la dignidad, una necesidad, y alcanzar ese sueño, un reto loable por el que ha demostrado que es capaz de morir en el empeño, lo cual no les garantiza que lo conseguirán pero sí que otros deberán usar las armas de las que hablan para pararlos y eso, amigo mío, no está al alcance de cualquier valiente sino de muy pocas inmoralidades. Pero... ¿quién sabe? Quizá también encontremos a quien sea capaz de usarlas para que nuestras conciencias puedan proseguir descansando sin remordimientos a cambio de aquel poder y de aquel dinero.
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