En defensa de los adolescentes y jóvenes varones
Si no basta con reconocer iguales derechos ante una misma ley, y que la realidad social y personal se ajuste a esa ley, y que los comportamientos y actitudes de todos los individuos se respeten por igual, si eso no basta sino que también hay que asumir que solo en uno de los géneros habita la amenaza y que solo los adolescentes y jóvenes varones son portadores de la potestad de hacer daño, cuando ellos son la parte vulnerable en la utilización del sexo, a notable distancia de la otra, la más dotada, y cuando por otro lado a los varones se les reconoce menor capacidad para el aprovechamiento académico y una mayor lentitud para madurar como personas, lo que debería significar una mayor exposición y fragilidad ante todo aquello que a la hora de generar abuso depende de la capacidad mental asociada a una mejor o insuficiente preparación académica, ya que no es asumible que en la relación entre dos la iniciativa la protagonice el débil, e ignorar que en una comunidad con igualdad de oportunidades para el acceso a la formación, un mejor aprovechamiento de las materias confiere automáticamente superiores mecanismos de defensa y a la vez mayor capacidad para provocar conductas lesivas sobre el menos dotado (la supremacía física pertenece a otro contexto), y dando además por incuestionable que el peligro solo anida en una de las partes, curiosamente la más expuesta (por inmadura), y siendo los jóvenes varones los que preferentemente recurren al suicidio, negándoles incluso el reconocimiento al sufrimiento que les precipita hacia esa decisión, ignorando premeditadamente esa realidad y sus causas, incluso silenciando las estadísticas, porque apenas se publica, cuando no se oculta, que tres de cada cuatro adolescentes y jóvenes adultos que se suicidan son varones, algo no encaja.
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