Democracia y minorías
La democracia no es solo una instrumentalización del cuerpo electoral general al servicio de la obtención de mayorías de gobierno, a través de unas elecciones generales basadas en el voto individual, personalísimo, intransferible, igual y secreto, según un sistema de reparto de resultados electorales o escaños, mayoritario o proporcional, con campañas electorales, donde lo publicitario de los eslóganes, el forofismo y la puesta en escena ritualizada, de enfrentamientos e invectivas, lo devora todo. Lo propio de la democracia es el respeto a la minoría, que no puede ser eliminada ni física ni representativamente, ni anulada ni exterminada. Y la minoría por excelencia es el individuo, el ser humano concreto y personalizado, con voz y rostro propios. La democracia no es una tiranía de las masas o muchedumbres ganadoras en unos comicios, sino la defensa de los derechos fundamentales, privilegiados siempre como fuente de la dignidad humana y de la exención de la acción totalitaria del Estado o del atropello por parte de otros particulares. No puede existir democracia sin respeto por la diversidad, las minorías representan heterogeneidad y no excepciones lamentables a un unanimismo totalmente homogéneo y represor de la pensante individualidad. Hay minorías por razón de origen social, lengua, orientación sexual, origen étnico, autoidentificación regional, discapacidad, prácticas o creencias firmes religiosas, opinión o visión de la vida no precisamente subsumible en una sociedad de masas manejable. Todos somos minoría en potencia, podemos quedarnos en minoría en un debate, en un grupo ya predeterminado, podemos ser de origen social no mayoritario, por razón de nacimiento y familia. Ahora mismo, se está dando una prevalencia en la sociedad, de tendencias minoritarias que se quieren imponer como mayoritarias y se da como un exilio interior, una vergüenza, un no querer salir a la vida pública como católico, por ejemplo, prueba de ello es que la defensa de la “familia tradicional” es vista como un asunto de extrema derecha o de grupos como “Hazte Oír”. Si hay libertad, que haya libertad para todo el mundo, no solo para ciertas agitaciones propagandísticas pseudoprogres, que son muestra muy evidente y loable del ejercicio de unas amplísimas libertades, pero es que nuestra sociedad y política es más rica que siempre escuchar a los mismos, y una democracia, derechos humanos de última generación en sus aspectos sociales, culturales, económicos, de valores de género, sexuales y de protección medioambiental, es también para aquellos a quienes no les gusta el fútbol, disfrutan con la lectura, son críticos con montajes y abogan por la serenidad reflexiva, con momentos divertidísimos, como expresión del libre desarrollo de la personalidad y del espíritu, desde el respeto, la tolerancia y la adhesión a todos los convenios, tratados internacionales y acuerdos de derechos humanos, como estipula el artículo 10.2 de nuestra Constitución, rígida de forma, pero interpretable también según realidades sociológicas más diversas, ricas y con muchísimos más matices que lo que domina.
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