Despedida a un gran amigo de Oviedo
Tuve que esperar un tiempo para escribir en negro sobre blanco lo que ha significado para mí el perder a una buena persona y mejor amigo.
No tengo espacio suficiente para explicar lo que verdaderamente significó para mí el fallecimiento de Manuel Domingo Muñiz Oliva, presidente de la Federación Cántabra de Judo que durante 14 años habíamos establecido una amistad de las que echan raíz y perduran en el tiempo. Sus 83 años de experiencia, sabiduría y saber estar hacían que su compañía fuese un continuo aprendizaje de lo que es la vida.
Su pasión era venir a pasar fines de semana a Oviedo y disfrutar de paseos por sus calles, por Gascona saludando a sus gentes y sentirse un ovetense más. No pedía mucho de la vida, solo reírse, tomar unos vinos con sus amigos en Santander y unos culinos con sus amigos de Oviedo.
Vicepresidente de la Real Federación Española de Judo, era el presidente más antiguo de una autonomía que estaba en activo; en las reuniones no hablaba mucho, pero lo poco que decía, lo decía con maestría y cordura, muy respetado por todos sus compañeros, nunca tenía una queja de nadie, ni nadie tenía una queja de él.
El que una persona como Manolo, después de 50 años al frente de una Federación como la cántabra, estuviera tanto tiempo al cargo de la misma sin cobrar ni un solo euro decía mucho de él y demostraba su generosidad hacia un deporte con tantos valores como tiene el judo y que él ponía en práctica cada día de su vida.
Yo, hablando en primera persona, me sentí muy agraciado de haber podido gozar de su amistad, totalmente desinteresada y llena de cariño, y ver cómo la gente de su alrededor le demostraba el respeto que día a día le tenían; me hacía sentir un ser minúsculo con ganas de seguir sus pasos. Presumía de su apellido Muñiz de origen asturiano para demostrarme que tenía raíces asturianas y que por eso entendía a la gente de esta tierra; le gustaba presumir, pero solo de sus sobrinos, que era la familia que tenía, y de sus amigos, de lo demás pasaba totalmente desapercibido.
Mis últimas palabras de este sencillo escrito, pero hecho con mucho cariño, son para decirte que allá donde estés, Fíu, siempre te recordare con mucho cariño.
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