¡Es España, estúpidos!
No es que en lo que va de siglo estuviéramos para tirar cohetes -voladores o chupinazos, tal da-, pero sí es objetivamente constatable que últimamente parecemos empeñados en batir malos récords en prácticamente todos los descriptores de entidad y calidad de vida del Primer Mundo (ese al que creíamos pertenecer los españoles por derechos consolidados, geográficos e históricos). En este -hasta ahora inimaginable, pero ahora cierto certísimo- escenario de increíble devaluación internacional (que, visto lo visto, ya es decir), crisis económica, desprestigio institucional y polarización social, no solo hemos podido constatar la enorme indefensión, fragilidad e impotencia de nuestro sistema democrático, sino que -en los mismos morros de apesebrado votante- se nos viene hablando, como consabidos, desde abiertos "procesos constituyentes" a marchas aceleradas hacia "regímenes federales", procesos o regímenes que nadie recuerda haber conocido, debatido regladamente o votado. Todo ello padeciendo escandalosos, insultantes e inacabables trueques oportunistas de supervivencia política personal o partidista a costa del patrimonio nacional: en lo material -presupuestos- y en lo inmaterial -dignidad y justicia.
En este ambiente contaminado como nunca antes desde que tenemos memoria libre (el futuro tampoco se otea optimista), el supuesto malestar de los compatriotas no parece traducirse en las urnas (cuando todavía no parece que hayamos alcanzado las cotas de inseguridad de los países que sirven de modelo y acogedora área de descanso e inspiración a algunos destacados miembros de nuestra clase política). Por su parte, las instituciones garantes del Estado de derecho parecen tener ya bastantes problemas con la invasión de ratas en sus predios cuando, además, estas devienen especies protegidas. Y buscando ayudas externas poco vamos a encontrar cuando, aunque con modos solo aparentemente más aseados, la tan secuestrable Europa está prácticamente en las mismas manos.
En este ambiente contaminado como nunca antes desde que tenemos memoria libre el supuesto malestar de los compatriotas no parece traducirse en las urnas
Por ello, la cautelosa movida de algunos "barones" con mando en plaza (presidentes de las taifitas prebalcánicas que integran el constitucional Estado de las autonomías) contra la última transacción prosecesionista de su líder -la compra de la Presidencia de la Generalidad catalana con los recursos públicos que administra- pone en indiscreta evidencia cuál parece ser la claridad y robustez con la que defienden su presumible ideología, la entidad de sus atributos, la independencia de ellos derivada y la solidez de su escala de valores. Ese líder (para algunos, presumibles conocedores del percal, "puto amo") -sedicente acosado, pero feliz y contento- no se corta un pelo lanzando, además, la profecía mandatoria de experto jurista, adelantando -por si quedaran dudas- que ningún tribunal osará deslegitimar esta operación. Algunos de estos barones -que prefieren no ir de superhéroes por la vida en tiempos de turbación- se escabullen prudentemente en sus refugios vacacionales y los más audaces llegan a argumentar -¡huy qué mieu!- que se opondrán con todas sus fuerzas. ¿A qué y por qué razones, si puede saberse? ¿A la más que probable burla de la Constitución y del Estado de derecho? ¿A la privación a la ciudadanía de sus derechos hurtándole su capacidad de pronunciarse sobre cuestiones sustanciales que nunca se sugirieron en programa electoral alguno refrendado democráticamente en el ámbito nacional? O simplemente, ¿mostrando su inquietud por el incierto futuro de la "indisoluble unidad de la nación española, patria común e indivisible de todos los españoles"?
Se han equivocado, como poco, de escala.
Un elemento común a todos ellos parece ser el que "con otras cosas pase, pero con la pasta no se juega, y máxime si va en contra de los intereses de "¡mi cortijo!".
Acojonante, de veras.
Confiemos en que el reparador verano les brinde a todos tiempo para reflexionar y arrestos para quedar como deben ante quienes realmente deben.
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