Todavía hay clases
Señor director de LA NUEVA ESPAÑA: Ayer, en el periódico de su digna dirección, apareció la noticia de que el señor Juan Cofiño, presidente de la Junta General del Principado, ingresó este lunes pasado en el HUCA, tras sufrir unos mareos, y permaneció ingresado en el citado centro hasta ayer mismo, miércoles, para efectuarle las pertinentes pruebas que descartaran un mal mayor, supongo. Hasta ahí todo correcto; el señor Cofiño ha hecho lo que debería hacer cualquiera en esa misma tesitura, y que es lo mismo que he hecho yo tres veces en este último año, la última hace un par de semanas, tras sufrir también episodios de mareo, solo que yo no fui por mi cuenta, fui derivado en ambulancia desde un centro de salud. La cuestión, señor director, es que a mí no me han tenido tres días, ni dos, ni uno. A mí, se me enchufó a un monitor y tras hacerme una radiografía de tórax y una analítica, a las dos o tres horas, tal vez cuatro, en las tres ocasiones fui enviado para casa sin que nadie hasta la fecha me haya dicho qué mal me aqueja. Nada raro, pienso yo, si en cada ingreso se limitan a efectuarme las mismas pruebas en las que nunca encuentran nada. Ayer, mismamente, antes de leer la noticia a la que me estoy refiriendo, acudí a mi médico de cabecera por enésima vez con el mismo problema. Y entonces, un servidor se pregunta, ¿qué clase de pruebas le han efectuado al señor Cofiño que requirió que pasara en el hospital dos noches antes de darle el alta? Y también, un servidor se atreve a suponer que, tal vez, si a él le hubieran efectuado las mismas pruebas que al señor Cofiño, hoy sabría cuál es el problema que le obliga a caminar por las aceras arrimado a las paredes para tener donde apoyarse cada vez que es víctima de dicho episodio cada vez más frecuente.
Uno llega a la conclusión de que, aunque seamos administrados por un Gobierno socialista, todavía hay clases.
Muchas gracias por su atención.
Javier Mier Prado
Gijón
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