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Gracias a los ángeles terrestres

24 de Enero del 2011 - José Alejandro V. Genicio (Oviedo)

Ahora que me encuentro en condiciones, es momento de hacer público mi homenaje y agradecimiento a esas personas cuyo trabajo diario consiste en luchar por nuestra seguridad, en este caso sanitaria, como en mi caso he podido comprobar y que gracias a su auxilio puedo felizmente contar. En el día 30 de diciembre de 2010 se me produjo un accidente vascular, familiarmente llamado infarto, que me pudo costar la vida. Llamando al 112 y sabedores de la ayuda urgente que yo necesitaba, se personaron los sanitarios del SAMU con su «artillería salvadora», entre los 5 y 7 minutos, desplegando sus instrumentos científicos y su eficaz técnica, con el fin de que esas arterias dejaran pasar la sangre hacia mi dolorido corazón que no paraba de protestar con agudos espasmos y consiguiéndolo en el plazo suficiente para de una forma, más o menos (más bien más), estabilizada, remitirme a sus compañeros del Hospital General. La acción de estas personas, médicos, ayudantes técnicos sanitarios o conductores, es digna de figurar en los recordatorios municipales para que su mención esté presente en todos los ciudadanos ovetenses. No solamente se limitan a conseguir salvar la vida de personas, sino que tienen la suficiente sensibilidad y preparación para hablar y tranquilizar al enfermo en esos azarosos y desesperantes minutos que, como fue mi caso, piensas que Dios de esa forma te está llamando porque ha caducado la fecha de estancia en este mundo. La posterior atención con el ingreso en las dependencias del servicio de cardiología de nuestro prestigioso Hospital Universitario Central de Asturias, concretamente la 8.ª planta, sólo se puede calificar como excelente. Primero estamos en manos del SAMU y luego pasamos a las manos del Hospital. 12 días de atención continua y cuidados tanto físicos como de ánimo, que no se pueden (ni se deben) olvidar. Intentar por mi parte, describir la categoría científica de nuestro HUCA, sería la imprudencia del pedante, dado mi desconocimiento técnico del asunto. Sólo me ayuda a conocerla la cantidad de menciones, escritos, comunicaciones, informaciones, etcétera, que todos los días vemos. Sí puedo decir cómo es el cuidado de las personas enfermas porque lo he vivido. Es evidente que por este centro han pasado y seguirán pasando multitud de pacientes. No me cabe la menor duda de que en este momento transmito lo que en su inmensa mayoría éstos sienten. A todos los por mí llamados ángeles terrestres (perdón a las autoridades eclesiásticas), gracias. Gracias por ese don de la tranquilidad que nos dan, de contar con ellos ante dramas como los que tratan todos los días.

¡Ah!, y que no diga nadie, torpe e ignorantemente, que «es su obligación», es su «trabajo». Yo le diría que, primero, no ha pasado por un trance como el mío. Segundo, si pasa, comprobará que la acción y actitud de estos profesionales va mucho más allá de su «obligación», o de su «trabajo».

José Alejandro V. Genicio

Oviedo

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