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¿Carlos I o Carlos V?

17 de Noviembre del 2024 - José Antonio de Lillo Cuadrado (Oviedo)

Cada año, por estas fechas, Tazones echa la casa por la ventana. El pueblo es un hervidero. Propios y ajenos que vienen cada año se reúnen en el puerto para recibir al próximo rey de España. Allí están los figurantes ataviados con vestimenta de principios del siglo XVI, un poco desgastada por tantos años de fiesta. El actor que encarna al protagonista ya es otra cosa: pieles, medallas, cabellera bien peinada y recortada a la usanza borgoñona, tocado con una especie de birrete de terciopelo que luce una pluma de azor adherida al alero derecho. Otros, los vecinos del pueblo, visten como un día de holganza normal. Orbaya y algunos paraguas despliegan sus colores, pero el intento de lluvia no desluce la fiesta. Los forasteros quedan entusiasmados y hacen promesa pública de que repetirán el año que viene. Todos hablan, más alto o más bajo, del acontecimiento: que vuelve a desembarcar Carlos V, que viene a gobernar España porque su madre, doña Juana I, está incapacitada. Según dicen, está recluida, sí, recluida, en Tordesillas, y que no le hacen caso ni su marido, el faldero y flamenco Felipe el Hermoso; su padre, Fernando, ni su hijo, Carlos I. No faltó quien dijera, entre sonrisillas pícaras y en voz baja, que este Carlos había nacido en un retrete. Claro que el dueño de esa voz oculta, queda y guasona no sabía que, en aquella época, “retrete” significaba sitio retirado, apartado, privado…

LA NUEVA ESPAÑA del domingo 25 de agosto pasado daba cuenta del acontecimiento. Se sabe que cada año llega el tal Carlos V a Tazones, que cada año se presenta en la Casona de los Hevia, que cada año hace la visita a la Virgen del Conceyu y que cada año se comete el mismo error: en España nunca hubo un Carlos V. El último rey de este nombre fue Carlos II, un siglo más tarde, que, el pobre, estuvo más de treinta años muriéndose de un día para otro.

El Carlos que venció a los franceses en Pavía fue Carlos I, el que se retiró al monasterio de Yuste para rendir cuentas de sus días fue Carlos I, el que está enterrado en El Escorial es Carlos I. El Carlos que trajo a España la dinastía de los Austria fue Carlos V, el que derrotó a los luteranos en Mühlberg fue Carlos V, el que no sabía castellano era Carlos V. En cambio, el Carlos que recibió clases particulares para aprender la lengua de su madre ya era Carlos I. El otro sabe Dios dónde falleció y sabe Dios dónde estará enterrado.

El artículo citado está sembrado de “Carlos V” y del adjetivo “imperial”, y se le cae la baba con el sonoro y brillante título de “Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico”, para que quede constancia de que este Carlos jamás pisó tierra firme en Tazones, rodeado de flamencos, que traían las alforjas dispuestas a hacer las Américas en Asturias.

Cualquiera que consulte aquella Enciclopedia de Ingreso de Bachiller de hace más de medio siglo podrá leer, sin cargo de conciencia, “Carlos I de España y V de Alemania”. Ahora sí.

¿Será posible que en cualquiera de los años que le quedan de vida a este siglo salgan los tazoniegos a recibir a Carlos I? La esperanza nunca desfallece.

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