Las mujeres empoderadas
Pertenezco a esa generación de mujeres que crecieron en el cuento de realizarse: madres, esposas, amas de casa y trabajadoras perfectas.
Así, hemos llegado a la mitad de nuestras vidas con una autoexigencia digna de diosas, que nos ha llevado a muchas a la frustración, la tristeza y la más absoluta falta de ilusión.
Nacimos demasiado pronto y en demasía responsables.
Demasiado pronto porque peleamos con el machismo de verdad, ese del que ahora apenas vislumbramos un atisbo.
En el trabajo nos miraban con recelo, desconfiaban de nuestra capacidad, teníamos que luchar mucho para demostrar nuestra valía
Conozco un caso en el que con sorna preguntaban a una candidata a un puesto de trabajo si era limpia y aseada.
Y vaya si peleamos, nos hemos dejado la piel, las lágrimas, hemos dado todo hasta la extenuación.
Y en casa también peleamos para educar a nuestras parejas en eso de compartir tareas, porque sus madres nunca les enseñaron, y no las culpo, la época que ellas vivieron fue sin duda aún más dura.
Y ahora, en la madurez de la vida, las que apostamos por anteponer lo profesional a la maternidad nos vemos nuevamente aplastadas por todos los derechos de las mujeres de esta generación y volvemos a no tener un sitio. Antes no éramos hombres, ahora no somos hombres pero tampoco mujeres-madres.
Por desgracia sufrimos las bajas interminables desde el momento de la concepción, pues, al menos a algunos funcionarios, no nos sustituyen y nos vemos sobrepasadas por tener que asumir esa carga de trabajo.
La merecida adecuación de los puestos de trabajo a la maternidad nos arroja a las no mujeres-no hombres trabajadoras a tareas ingratas, lo que en lenguaje vulgar podría expresarse como "comerse la mierda".
Algunas jamás llegaremos a sentir esa realización para la que tanto nos preparamos.
Y luego en la soledad y el vacío de todos nuestros "isis" ( y si hubiera...) damos rienda suelta a todos los sentimientos negativos y nos dejamos rodar por la colina buscando un consuelo que ¿llegará algún día?
Tal vez en la jubilación, aunque analizando el devenir de la sociedad, apuesto a que nuevamente la rueda nos pilla a la contra.
A día de hoy podría asegurar que envidio a las mujeres florero, aquellas a las que la genética bendijo con dones para atraer la atención de los hombres poderosos.
Me aventuro a sospechar que su vida pueda ser más gratificante, pero sin poner la mano en el fuego, que para muestras siempre hubo botones.
A todas las que hoy podáis estar sintiendo todo esto, os deseo la mejor de las suertes y todo el ánimo para seguir adelante.
Os deseo esperanza, fe y una gota de ilusión en que algún precioso día, aunque sea por un breve instante, sintamos la tan ansiada sensación de realización.
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