La envidia como pecado nacional
La historia de España está marcada por una sombra que parece haber ensombrecido su camino hacia la unidad y la prosperidad: la envidia, uno de los pecados capitales que, según muchos observadores, ha sido el germen de conflictos y divisiones fratricidas desde hace más de dos siglos. Este rasgo, arraigado en la psique colectiva, ha servido de combustible para enfrentamientos internos que han devastado al país, culminando en la brutal Guerra Civil de 1936, cuyo preámbulo se dio en el golpe de Estado del PSOE en 1934, en lo que se ha denominado la “mal llamada Revolución de Octubre”.
Desde principios del siglo XIX, España ha vivido un incesante ciclo de divisiones que han tenido como telón de fondo la envidia, esa voracidad por lo ajeno y el rechazo visceral a la prosperidad del otro. Este sentimiento ha sido señalado como un factor determinante en una serie de conflictos que, además de provocar enfrentamientos internos, han contribuido significativamente a la pérdida de las colonias de ultramar, el empobrecimiento del país y la perpetuación de un clima de hostilidad y desconfianza entre los ciudadanos.
-Enfrentamientos y guerras fratricidas: un recorrido histórico
Desde la guerra de Independencia (1808-1814) contra Napoleón, donde las rivalidades internas jugaron un papel fundamental en la falta de unidad frente al invasor, hasta las guerras carlistas (1833-1876), que enfrentaron a españoles contra españoles en nombre de ideologías y herencias dinásticas, España ha sido escenario de constantes conflictos internos. Estas guerras dejaron un rastro de muerte y destrucción que sumió al país en una profunda crisis económica y social.
En el siglo XX, el panorama no fue diferente. En 1934, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) protagonizó un levantamiento armado, conocido como la Revolución de Octubre, un golpe de Estado contra la Segunda República, que desembocó en una sangrienta represión y en la escalada de tensiones que finalmente condujeron a la Guerra Civil, de 1936-1939. Este conflicto, alimentado por rencores y envidias acumuladas durante décadas, dejó un país destrozado, miles de muertos y una fractura en la sociedad que sigue vigente hasta nuestros días.
-El papel del PSOE en la división de España
El PSOE ha sido acusado repetidamente de explotar estas divisiones y de avivar las brasas de la discordia para su propio beneficio político. Desde su fundación en 1879, el partido ha jugado un papel destacado en muchos de los momentos más conflictivos de la historia reciente de España. En particular, se le ha señalado por su actitud beligerante durante la Revolución de Octubre de 1934, un evento que puso de manifiesto su voluntad de recurrir a la violencia con tal de alcanzar sus fines políticos.
Sin embargo, fue en 2004, con la llegada al poder de José Luis Rodríguez Zapatero, cuando el PSOE dio un giro aún más marcado hacia la confrontación. Zapatero decidió desenterrar los fantasmas de la Guerra Civil y del franquismo, exacerbando las divisiones históricas y reabriendo heridas que muchos consideraban cicatrizadas. Con leyes como la Ley de Memoria Histórica de 2007, se instauró una política de revisión y reinterpretación del pasado que, lejos de promover la reconciliación, ha sido percibida como una herramienta para dividir aún más a los españoles.
-Las consecuencias de un uso partidista de la historia
El uso partidista de la historia para promover fines políticos ha tenido consecuencias devastadoras para la cohesión social del país. La envidia, fomentada y manipulada como un arma política, ha servido para enfrentar a hermanos, vecinos y conciudadanos, socavando la posibilidad de una convivencia pacífica y próspera.
La división entre los españoles se ha convertido en una estrategia recurrente, especialmente en tiempos de crisis. Así, mientras el PSOE promueve una narrativa que busca rescatar una “memoria histórica” selectiva, otros sectores de la sociedad advierten sobre los peligros de perpetuar un conflicto eterno, basado en odios y rencores del pasado.
-Un llamado a la reflexión
Es urgente que los españoles reflexionen sobre el papel que la envidia y otros sentimientos negativos han jugado en su historia y cómo estos han sido utilizados para dividirnos. El país no puede permitirse repetir los errores del pasado; no puede seguir siendo rehén de quienes, por intereses espurios, pretenden reabrir heridas y avivar odios ancestrales.
La unidad, el diálogo y la reconciliación son los pilares sobre los que España debe construir su futuro. Solo así será posible superar la maldición de la envidia y avanzar hacia un país más justo, próspero y unido.
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