Memorias de Adriana
Andaba yo ojeando en un periódico nacional una entrevista titulada “En general, la política en Estados Unidos es más exigente que en España”, de un colaborador de tres presidentes demócratas americanos, cuando un amigo me envió un pantallazo de WhatsApp que rezaba -nunca tan mal dicho-: “Adriana Lastra abre la puerta a no acudir a Covadonga el Día de Asturias por los discursos ultraderechistas del Arzobispo”. Habida cuenta que los sanchistas deben andar a punto de declarar ultraderechista hasta lo de las piñas de Mercadona no le di más importancia, hace años que leo y escucho a Sanz Montes y nunca he encontrado en él ninguna posición ultra, sí una firme y más que nunca necesaria defensa de nuestros valores cristianos. No obstante, me llamó más la atención la siguiente aseveración de Lastra: “Me reuniré con él y espero que recapacite”. ¿Qué va a hacer?, me pregunté un tanto inquieto, desazón que me duró muy poco una vez que, descartada la violencia física, las posibles herramientas de que Lastra podría valerse habrían de ser dialécticas, pero ¿qué puede saber Adriana lo que es tal cosa?
Así que seguí leyendo la entrevista del demócrata que, en suma, venía a destacar que en USA resulta imposible empezar pegando carteles y hacer carrera política, pues se valora mucho más el conocimiento de los temas y el estudio, en su caso en Harvard. De modo que me volvió Adriana a la cabeza y, concretamente, una frase muy suya acerca de que no había podido estudiar porque a los 16 años entró en el PSOE, impedimento universitario que nunca logré entender; de hecho, logró ser portavoz parlamentaria y ahora delegada del Gobierno con los mismos déficits librescos.
Si Jesús Sanz Montes lleva años predicando idéntico mensaje, ¿qué diferencia hay este? Que habemus candidata
En todo caso, no podemos decir que Adriana no haya hecho de la necesidad virtud, tras vender a Javier Fernández y la socialdemocracia para pasarse al totalitarismo sanchista, debió preguntarse: ¿yo qué domino?, el feminismo y el ataque a la Iglesia, pues ya está, explotémoslo bien y a por la Presidencia del Principado, que imagino que no soy el único que ya se dio cuenta de que para eso volvió a Asturias. Así que ahí tienen a Barbón y a Cofiño circulando acorderados, el primero dizque por evitar la crispación y el segundo -más culto y esforzado, por ello mayor la decepción- excusándose a medio de una suerte de carta de San Juan a los Tesalonicenses, como ha expresado magistralmente en este diario Francisco García.
El asunto, no obstante, dista mucho de ser humorístico, por más que el flagrante, manifiesto e infinito vacío cultural de Adriana nos haya dado momentos hilarantes, el tinte trágico lo pone, como siempre, la realidad, el hecho de que ella manda y otros notablemente más preparados obedecen. Y lo de menos es que no vayan al Real Sitio de Covadonga el 8 de septiembre, seguramente les abuchearían, lo de más es el nuevo pogromo, ahora al arzobispo de todos los asturianos, con él a todos los católicos y, me atrevo a decir, al propio Día de Asturias. Si Jesús Sanz Montes lleva años predicando idéntico mensaje, ¿qué diferencia hay este? Que habemus candidata, una que seguramente combustiona cuando le oye defender la vida, con lo progre que es abortar. Ya solo falta que recuerde que las palabras de Jesús acerca de que todos somos iguales a los ojos de Dios. No así a los de Sánchez.
En fin, que para acabar por tomarnos por idiotas Lastra explica que lo que ella quiere es que este 8 de septiembre sea un día de “suma y unidad, no de discursos divisorios, una fiesta en la que no se excluya a nadie”. Claro, no hay discurso menos divisorio que el único, así que empezamos mal cuando el poder temporal tiene la piel tan fina que no tolera ninguna discrepancia, a la manera de Maduro. Al fin, ese privilegio queda para separatistas, comunistas y filoetarras.
En poco se van a aparecer las de Adriana a las Memorias del emperador Adriano, meditando sobre la amistad, la poesía, la música, el arte… Así que, amigos, ¡con este percal el domingo todos a rendir tributo a la Santina!
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