No hay salida
Nuestra sociedad está en terapia intensiva intentando sobrevivir a la locura en la que están envueltas la política y la cultura, en manos de lunáticos que dirigen este desmoronado y controvertido asilo.
Asumo que debo sonar monótono al afirmar lo obvio: vivimos en una sociedad apenas reconocible, dominados por una especie de bacteria carnívora, en un sistema amañado regido por la corrupción y la incompetencia, donde ya no quedan cimientos morales, ni grandes ideales, ni valores compartidos.
No sabemos, ni siquiera intuimos, adónde nos puede llevar esa España plural y socialista reducida a una conspiración para deshacer, de una vez por todas, a una nación de naciones enfrentadas, donde se están pisando todas las líneas rojas en una ola de autocracia y ataques a la Constitución desde el Gobierno, que hacen que la integridad de nuestro país y de nuestro futuro se tambaleen.
Tampoco sabemos si cuando el dueño del Falcon se refiere a la presidenta de Madrid ("Usa el dinero que da el Gobierno para rebajar impuestos a los ricos. Nosotros queremos más autobuses públicos y menos Lamborghinis", ha dicho), está señalando, sin nombrarle, al creativo Escrivá (según cuenta el "Debate" "oculta dos mansiones y un ático de lujo valorados en 2,7 millones: solo declara 398.000 en inmuebles").
Máxima preocupación cuando el epílogo lo pone la inculta y sobreactuante María Jesús Montero, borracha de poder, desmadrada, especialmente dotada para el arte escénico, entonces confirmas que te están vacilando, robando y engañando con un descaro inaudito y con una desfachatez cutre y hortera.
Con la explicación de la ministra en el Senado sobre la financiación singular de Cataluña esperaba aclarar algunas dudas preocupantes, pero en su política de opacidad solo me quedé con el momento glorioso de su exposición cuando, dirigiéndose a sus señorías, dijo algo así: "El acuerdo en su 'integralidad' se ha publicado con sus puntos y sus comas, dice lo que dice, y no dice lo que no dice...", mientras los suyos, sin entender nada de nada, pero rayando el síncope coronario, aplaudían enfervorizados.
El punto seguido lo pone la imprescindible y "desenfocada" Yolanda Díaz, ministra de Trabajo en un país, España, líder en pobreza infantil, reivindicando el "confort climático como derecho social".
¿Qué significa esta frase? Nada. Es una frase de relleno que apuesta por el derecho a no tener ni calor ni frío; en todo caso, demanda una lluvia de amiguetes asesores en urbanismo, arquitectura, medio ambiente y sociología, o lo que quiera que implique esa frasecita, pero a costa de perder el verdadero significado.
Por razones obvias, sería preferible no necesitar "confort climático como derecho social", a cambio de más Lamborghinis.
¿Dónde estamos? Antiguamente, a esto se le llamaba tonterías, aunque este proverbio turco lo explica de forma bastante sucinta: "Si un payaso se muda a un palacio, no se convierte en rey. El palacio se convierte en un circo". Ahí estamos.
En cualquier caso, lo han conseguido nuevamente. Mientras usted está perdiendo el tiempo leyendo este artículo, servidor ya lo ha perdido escribiéndolo.
Saludos cordiales.
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