¿Tolerancia y respeto, señor juez?
Al leer un artículo publicado en LA NUEVA ESPAÑA el pasado día 13 de enero , firmado por el juez Ángel Luis Campo que titula «Perdón por ser creyente», no he podido por menos que sorprenderme al comprobar la reivindicación por su parte de los términos tolerancia y respeto.
No entro a juzgar el fondo del artículo, con el cual, dicho sea de paso, estoy de acuerdo en su mayor parte, sino al hecho de que, sea precisamente este magistrado el que reclame tolerancia y exija respeto.
He padecido 3 o 4 juicios presididos por el señor Campo y omito los resultados de las sentencias que, técnicamente fueron ciertamente correctas y ajustadas a derecho. No, no padezco el síndrome del agraviado por sentencia desfavorable. No va por ahí mi carta.
Me refiero a las formas que utiliza en sala su señoría, me refiero al tono y volumen de su voz, desafiantes, a los continuos cortes, interrupciones o apremios a los que están en uso de la palabra, sean letrados o declarantes, a la actitud dominante, casi intimidatoria, rayana en lo chulesco que imprime en sus actuaciones. A menudo estas vehemencias formales, tienen el defecto de trasladar a los presentes, al menos en apariencia, el sentir de su señoría para con alguna de las partes, dejando ver de manera ostensible «el plumero» de por dónde puede ir la sentencia.
No soy profesional del Derecho, pero he contrastado con algún que otro juez, con amigos abogados y con unos cuantos ciudadanos de a pie, lo que aquí afirmo y todos, en mayor o menor grado, confirman o sonríen maliciosamente. Además, por mi labor como perito, he podido conocer las formas de otros magistrados, teniendo por ello la perspectiva de la comparación.
La autoridad del juez no necesita demostrarse con esos excesos.
En fin, me conformaría con que esta misiva sirviera para que el señor Campo, tan sensible a la tolerancia y al respeto, recapacitara, «aplicándose el cuento», en sus maneras como juez.
Todos se lo agradecerán.
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