Todo lo que era sólido
La historia y su estudio no es tema baladí. El surgimiento desinhibido de propuestas antisistema de signo ultraconservador extremista o abiertamente nacionalista de derechas con un fondo patriótico o patriotero de regeneración de valores y raíces sepultadas por la globalización tiene mucho de puesta en duda de la maravillosa democracia representativa, de pensamiento avanzado progresista, liberal social y avanzado participativo, con una evidente transformación amplísima de la sociedad. Hay un desgaste, un desánimo evidente de credibilidad de las instituciones demoliberales representativas avanzadas, donde los límites de las libertades de todo tipo son amplísimos -como nunca en la historia de la humanidad-, los avances sociales más que admirables, inauditos, y totalmente universales en muchos casos, véanse relevantes sanidad y educación públicas. No existiendo ninguna discriminación pública hacia colectivos laicos, dándose el caso de lobbies de mujeres con poder, LGTBIQ, grupos inconformistas de todo tipo, creadores y creativos, nostálgicos y progresistas. Los políticos ponen impuestos, mienten con descaro y sin disimulo, legislan y actúan, protagonizan escándalos diarios que animan el cotarro, como en una feria de pim-pam-pum, pero hay seguridad jurídica, que vela fiel y verazmente por derechos humanos y garantías institucionales de libertades individuales y derechos avanzados. Nuestras sociedades, centradas en el “estar bien hiperindividualista”, con desdén por la loable cultura del esfuerzo, valores familiares cruciales y duraderos, apoyo a personas mayores que han dado la vida por los demás. En estas sociedades ruidosas -más allá de meras adicciones tecnológicas o estudios únicamente mercantilizados falta respeto empático, madurez emocional y aprecio por la vida, imperando la grosería, el hastío del ocio como sustituto de una cultura profunda, el abandono de compromisos éticos, familiares y sociales, en aras de vidas ciegamente pasotas, en las que se antepone, de modo suicida, el proyecto hiperindividualista a la relación con la comunidad, con gente a la que se podría ayudar o sentirse asociado, más allá del puro interés crematístico, sexual o de adulación, basado en el egocentrismo cínico. Hay movimientos políticos, ya fuertes, cuyos cantos de sirena prometen “rearme moral”, disciplina en las escuelas, educación del carácter, valores familiares y sensatez frente a la cultura del instante, lo efímero, el neopaganismo destructivo y facilón, la incultura. Es importante replantearse la izquierda socialista y las derechas, que también son socialdemócratas, cuando no caen en fórmulas demasiado ultras que atentan contra “los derechos humanos buenistas y de jauja”, constituyendo señal febril de advertencia de que estas admirables sociedades de bienestar, que tan heroicamente construyeron trabajadores y empresarios, consensos pacíficos avanzadísimos y civilizados, una cultura de reconciliación y sano diálogo, se están desmoronando a pasos agigantados, y mucha gente vivirá mucho peor de lo que vivieron sus predecesores. Hacen falta ideas, valores, ejemplos y virtudes serenas, ser constructivos, admirar a tope sin envidiar con saña. Realizar trabajos con maestría.
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