Interacción de medicamentos
Ya decía Solón, uno de los más famosos siete sabios de la Grecia clásica: “Yo sólo sé que no sé nada”. Hoy como antes, no es posible encontrar al sabio universal; y menos aún, considerando el crecimiento acervo de los conocimientos aportados por una Humanidad más numerosa: (Ocho mil millones de personas).
Si el volumen de estos conocimientos es particularmente trascendente para el bienestar común, esta circunstancia es obvia en Medicina, que se ocupa generosamente de todos nosotros sin el menor sectarismo. Los estudios históricos de esta disciplina revelan bien claro que estos conocimientos crecen con rapidez y generosidad, tanto por los aportes directos de los galenos como por contribuciones de otras ciencias colaterales, especialmente la Química, la Física y otras afines.
En el desarrollo de mi tesis doctoral, defendida en el salón de grados de la Facultad de Medicina de nuestra Universidad ante un tribunal mixto -tres médicos, una farmacéutica y un químico-, tuve ocasión marginal de hablar del proceso de “interacción de medicamentos”, que me pareció de especial interés, y sobre el que estimo sería productivo seguir meditando. Ya entonces se consideraba que el gráfico de relación entre el número de medicamentos y el de interacciones se iniciaba con una línea de suave pendiente de crecimiento que a partir de la ingestión de seis o siete fármacos distintos diarios iba elevando desde allí la pendiente, casi a la vertical. Este problema ya lo habían detectado los pocos geriatras que atendían a nuestros mayores. Hoy es más patente, ya que el incremento de ancianos y de geriatras es notorio.
Creo sinceramente que en tal tesitura lo más aconsejable sería ponerse en manos de un médico internista o de un farmacéutico clínico, que a la vista de las recetas consideraría la reducción más atinada.
Sumario: Una mirada a una cuestión de especial interés y sobre la que es productivo seguir meditando
Destacado: La mejora de los medios de exploración patológica facilita notablemente la precisión de los diagnósticos y, consecuentemente, tratamientos posteriores más atinados
La Química-Física es elocuente, pues explica que la “reactividad” aumenta con el número de agentes que intervienen en el proceso, con la temperatura que los dinamiza, con los contactos moleculares, los radicales libres, y con la afinidad entre ellos; así como con la acción de los agentes catalíticos, lo que resulta didácticamente fácil de entender, con el ejemplo comparativo de las relaciones sociales entre personas que participan en una fiesta, que también mejora con las presentaciones previas, la empatía entre ellas, el movimiento del conjunto -más activo entre los que bailan que los que permanecen sentados- y la acción de los amigos comunes que imitan la actividad de los catalizadores, facilitando nuevas relaciones.
Los tratados de Historia de las Ciencias ponen perfectamente de manifiesto el fulminante y positivo avance de la Medicina en los últimos años, en los que la mejora de los medios de exploración patológica (radiología, TAC, resonancia magnética nuclear, análisis químicos, y otras técnicas) facilita notablemente la precisión de los diagnósticos y, consecuentemente, tratamientos posteriores más atinados. Aún recuerdo de mi niñez las visitas sanitarias a los pacientes, sin otros medios de orientación que los aportados por el termómetro y el fonendoscopio.
Otro cambio operativo notable por la eficacia de sus rendimientos es el progresivo uso de los tratamientos en equipo, que reparten y complementan sabiamente el trabajo sanitario, reduciendo dudas y sumando aciertos. Estas nuevas y atinadas orientaciones generales se han “contagiado” felizmente a la Ingeniería y a la Economía, y aún deben relacionarse más, pues así la tarea sanitaria sería más operativa al verse potenciada por unos generosos medios económicos de investigación. No debemos cansarnos de divulgar esta sensata prédica, ya que el conocimiento y el tratamiento médico progresarían más firme y rápidamente contando con recursos superiores que le son justa y eficazmente prioritarios frente a otros gastos públicos relativamente frívolos, como la promoción de las formas dialectales o las inversiones meramente ornamentales. Es verdad que esas últimas afectan directamente a ciudadanos más próximos “y votantes”; pero las referidas a la salud mejoran no sólo a “los nuestros”, sino a toda la Humanidad. Como ocurre en otros ámbitos, aquí también es importante la precisión semántica (significados), y la generalidad de las palabras empleadas que han de facilitar el tino del paciente para referir sus dolencias, y en las que el médico tiene luego que basar el acierto de su diagnóstico curativo, que nosotros podemos entorpecer o dificultar con nuestra previa inapropiada descripción de síntomas.
Obviamente, cualquier conciudadano puede plantear por analogías paralelas, otras interacciones similares, como la de Inmigración irregular/seguridad pública; la de medida anticonstitucional/rotura de la ordenación jurídica; vulneración de las leyes/quiebra de división de poderes, etc., que nos invitan a ser más responsables y congruentes con una deseada democracia en creciente peligro universal.
Paz y bien para todos.
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