Mamá y San Mateo
Hace ya tres años que te fuiste, mamá, ¡cuánto te echo de menos! Poder charlar contigo; sobre cosas importantes o no tanto, problemas propios o ajenos, pero todas exclusivas del universo privado madre-hija.
Un año más, se acercan esos días de fiesta que a ti te encantaban. Venías pocos días al año a Oviedo, pero era genial verte en los chiringuitos con una caña en la mano como una “sanmateína” más. Un cambio para ti “extraordinario” que te permitía salir de una rutina difícil y de escasas alegrías.
Pues los chiringuitos se acabaron, ¡qué pena! Pues sí, han desaparecido esas construcciones variopintas y originales en sí mismas, adonde te acercabas y ya el mismo ambiente y la música te ponían de buen humor y además te encontrabas con gente que hacía años que no veías.
Me preguntarías por qué se acabó; yo, la verdad, es que no lo entiendo muy bien porque para mí, y es algo que mucha gente comparte, la esencia de las fiestas de San Mateo, su seña de identidad, son los chiringuitos, un modelo exclusivo de Vetusta del que yo además presumía cada año cuando venían amigos de fuera a visitarme.
He participado (cómo no) en la manifestación por la supervivencia de los chiringuitos, pero parece ser que ahora la premisa del Ayuntamiento es instalar otro modelo de fiestas: casetas uniformes, legales, homologables... que no dejan lugar a los chiringuitos. ¿Por qué no? ¿No hay sitio en la ciudad para todos? ¿Acaso no pueden convivir diferentes modelos? Recuerdo el éxito de Gastromateo, por ejemplo, y tantos más que pueden encontrar su sitio en la ciudad.
Porque sí, yo aplaudí a los mineros encerrados en la Catedral desde una plaza abarrotada por los conciertos; sí, estuve en el Pinón Folixa cuando Slash subió al escenario y comenzó a tocar la guitarra como si nada; me quedé ronca ante la Catedral cantando en los conciertos de la noche folk, reggae, rock, de Raphael a Gloria Gaynor...
Echo de menos las calles abarrotadas, el bullicio de los altavoces, los mojitos y bailes en el Rincón Cubano, las cervezas en Pinón (lugar de quedada por excelencia), el Topu, el bocata de calamares del Colloto, tantos lugares comunes a los ovetenses y los no ovetenses.
Nuestro San Mateo se ha ido, ha desaparecido un legado de generaciones, la insignia de un Oviedo creativo y con personalidad propia. Aun así para mí, y para tanta gente que lo añora, formará parte de un patrimonio cultural irremplazable.
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